En el
pintoresco pueblecito, mejor villa, donde pasé mi infancia, cuya hermosura
paisajística proclama hasta su nombre, Fermoselle, tenían los mozos la
costumbre de reunirse en alguna bodega a merendar lo que la madre o quizá
la novia de alguno les había preparado. Eran estimadísimas las meriendas de lagarto,
carne, contaban, exquisita, y las de conejo, animales muy abundantes en la zona.
En ocasiones la materia prima del condumio estaba constituida por el gato,
carne casi, contaban, tan fina y de buen gusto como el conejo, y muy fácil de
conseguir, pues los vecinos estimaban estos animales y raro era el hogar donde
no había al menos uno. La caza se llevaba a cabo de modo muy sencillo: en la
parte inferior de la puerta de las casas existía un orificio conocido allí como
buraca, por donde los felinos
entraban y salían con total libertad. Días antes de la batida, los cazadores
habían ojeado las piezas más lustrosas de la vecindad. Provistos de sacos con
la boca preparada para cerrarse por medio de un lazo corredizo, los colocaban
convenientemente en la buraca,
asustaban al animal que corría a refugiarse como
alma que lleva el diablo y él mismo, al tirar, cerraba la boca del saco. ¡Ya está el gato en la talega!, era la
exclamación del éxito. Naturalmente todo se hacía con el mayor sigilo y por la
noche, cuando los dueños de la caza dormían
a pierna suelta. Si entre los participantes en la merienda había algún
forastero o algún neófito, se le hacía creer que saboreaban conejo, pero al
final del ágape se le servía alguna de las colas de los gatos merendados y,
cuando mordían con satisfacción la tajada, alguien, al desgaire, preguntaba: “¿Habéis visto alguna vez conejos con el
rabo tan largo?”
RECUERDA:
El mentir pide memoria
Quien todo lo niega, todo lo
confiesa
El que quiere mentir alarga los
testigos
Mentir y compadrar ambos andan
a la par
Quien verdad no me cree verdad
no me dice
La trucha y la mentira cuanto
mayor tanto mejor
Antón, tienes el hocico untado
y a mí me falta un lechón
La tierra de Jauja, donde se come,
se bebe y no se trabaja
Es justa razón engañar al
engañador
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