viernes, 12 de diciembre de 2014

Apostillas al refranero. El médico y la salud

            El clérigo, escritor y médico francés François Rabelais fue una auténtica paradoja: educado en las más estrictas normas para abrazar la vida monacal, ingresó en la orden franciscana, una de las menos favorables al trabajo intelectual. Sin embargo, se impregnó de las nuevas ideas renacentistas, aprendió griego, latín clásico, admiró la cultura del mundo heleno, su filosofía, su historia, su medicina y sus conocimientos de la historia natural. Rechazado por los franciscanos, goza de dispensa papal para ser acogido por los benedictinos. No obstante, abandona el hábito y se va a estudiar medicina a París, después a Montpellier y Lyon. Decidido a poner en solfa y a reformar  cuanto no le agrada publica narraciones burlescas (Pantagruel, Gargantua) en que recoge su experiencia y hace crítica mordaz de aspectos religiosos, jurídicos, docentes y formativos de Francia. Sus constantes viajes, su fama como médico, su sagacidad han dado lugar a anécdotas sabrosísimas acerca de su persona. En una ocasión viajaba en un coche de postas. El carruaje se detuvo para cambiar el tiro, para que los viajeros estiraran las piernas y para que repusieran fuerzas. A monsieur Rabelais no le agradó el menú del día, así que lo pidió especial sin reparar en gastos. La receta subió por montes y morenas. El médico echó mano al gato que debiera haber llevado en la faltriquera y el gato, aunque ya no tenía patas, había desaparecido o quizá su dueño lo hubiera olvidado, así que tiró de ingenio, miró con detenimiento al huésped, se inquietó por el color del rostro, por su obesidad, por la respiración dificultosa, por la falta de sensibilidad de sus músculos, y le hizo creer que iba a padecer un ataque de parálisis. Asustado el posadero, le rogó actuara de inmediato. Para evitar lo que parecía inevitable, allí mismo, con toda urgencia puso los remedios necesarios, de modo que el enfermo le quedó agradecidísimo y se olvidó de la dolorosa.
 
RECUERDA:
 Mucha salud no es virtud
Salud y alegría belleza cría
Salud come, que no boca grande
A la mañana los montes y a la tarde las fontes
Dios te dé salud y gozo y casa con corral y pozo
No bebas en laguna ni comas más de una aceituna
Si quieres estar bueno, mea a menudo, como el perro
Almuerzo de rufianes, comida de abades, cena de gañanes
 
 Donde entra el sol no entra el médico


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