viernes, 5 de diciembre de 2014

Apostillas al refranero. Y a la vejez...

            Y a la vejez...
           ¡Es indigno que hayas pensado lo que has pensado al ver los puntos suspensivos de la primera frase de esta apostilla! ¡Te aseguro que no todos los viejos somos viejos verdes, caramba! Seguramente a todos se nos alegran las pajarillas al ver a una quinceañera adecuadamente adecuada (¿a esa edad habrá alguna inadecuada?), como se nos levantan las añoranzas cuando contemplamos el aplomo y desparpajo (¿a esa edad habrá alguno sin falso aplomo y desafiante desparpajo?) de un veinteañero. Decía Antonio Azorín que vivir es ver volver, y los ancianos hemos vivido mucho, tanto que hemos visto volver todas las etapas de nuestra vida con la perspectiva de la añoranza, de la que otros más jóvenes carecen. Estimo que, a pesar de nuestra decrepitud, seguimos siendo útiles a la sociedad, desde los que sin desmayo ejercen a diario con sus nietos como abuelos, modernos ángeles custodios no reconocidos aún, para que los padres (de los nietos) puedan entregarse al trabajo despreocupados, hasta quienes ilusionadamente ofrecen sus experiencias en alguna O.N.G., llegando al agotamiento de sus ya depauperadas fuerzas... Pero de eso trataremos en otra apostilla. Lo que hoy quería deciros, y termino, es que a la vejez, en serio, hay que cuidarla con todo el cariño; así que, en broma, lo mejor es seguir los consejos del refranero: Y a la vejez..., ¡sopitas de vino añejo!
 
RECUERDA:
 
El vino es la teta del viejo
La leche y el vino hacen al viejo niño
No beber y toser hacen a la vieja remover
El vino de Alaejos hace cantar a los viejos
Media vida es la candela, pan y vino la otra media
Aunque tengo malas piernas, bien visito las tabernas
No voy a misa porque estoy cojo, y a la taberna poquito a poco
El viejo y el horno por la boca se calientan, uno con vino y otro con leña
 
 A catarro gallego, tajada de vino


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