Y a la vejez...
¡Es indigno que hayas pensado lo que
has pensado al ver los puntos suspensivos de la primera frase de esta
apostilla! ¡Te aseguro que no todos los viejos somos viejos verdes, caramba! Seguramente a todos se nos alegran las pajarillas al ver a una quinceañera
adecuadamente adecuada (¿a esa edad habrá alguna inadecuada?), como se nos
levantan las añoranzas cuando contemplamos el aplomo y desparpajo (¿a esa edad
habrá alguno sin falso aplomo y desafiante desparpajo?) de un veinteañero.
Decía Antonio Azorín que vivir es ver
volver, y los ancianos hemos vivido mucho, tanto que hemos visto volver
todas las etapas de nuestra vida con la perspectiva de la añoranza, de la que
otros más jóvenes carecen. Estimo que, a pesar de nuestra decrepitud, seguimos
siendo útiles a la sociedad, desde los que sin desmayo ejercen a diario con sus
nietos como abuelos, modernos ángeles custodios no reconocidos aún, para que
los padres (de los nietos) puedan entregarse al trabajo despreocupados, hasta quienes
ilusionadamente ofrecen sus experiencias en alguna O.N.G., llegando al agotamiento
de sus ya depauperadas fuerzas... Pero de eso trataremos en otra apostilla. Lo
que hoy quería deciros, y termino, es que a la vejez, en serio, hay que cuidarla
con todo el cariño; así que, en broma, lo mejor es seguir los consejos del
refranero: Y a la vejez..., ¡sopitas de vino añejo!
RECUERDA:
El vino es la teta del viejo
La leche y el vino hacen al viejo
niño
No beber y toser hacen a la vieja
remover
El vino de Alaejos hace cantar a
los viejos
Media vida es la candela, pan y
vino la otra media
Aunque tengo malas piernas, bien
visito las tabernas
No voy a misa porque estoy cojo,
y a la taberna poquito a poco
El viejo y el horno por la boca
se calientan, uno con vino y otro con leña
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