sábado, 7 de febrero de 2015

Apostillas al refranero. Cuentan de un sabio...

            Seguramente en el mundo occidental, el paradigma, el ejemplo de hombre sabio por excelencia sería Sócrates, el filósofo griego que tenía como meta buscar constantemente la verdad, y que se presentaba ante sus conciudadanos como el que no sabía nada. Enemigo acérrimo de las opiniones admitidas sin reflexión, interrogaba e incordiaba a los atenienses, sobre todo a los jóvenes, con el fin de que rechazaran los postulados adquiridos sin haber sido reflexionados, aceptados únicamente porque se los habían ofrecido los maestros. Sostenía que al conocimiento había que llegar por convicción. De este modo socavaba y ponía en solfa el saber aparente, la demagogia rimbombante y los prejuicios de los sofistas. Hombre heroico en su juventud, probado en la batalla, enemigo de la tiranía, fustigador de la apariencia, fue condenado a muerte acusado de haber traicionado las tradiciones atenienses y de haber intentado corromper a la juventud con sus enseñanzas. Sin embargo, su respeto a las leyes atenienses era tal que, cuando le propusieron una evasión ya preparada y con total posibilidad de éxito para evitar la condena, rehusó, se tomó tranquilamente la cicuta y murió dialogando sosegadamente con sus discípulos, como si de una sesión más de su método, la mayéutica, se tratara.
 
RECUERDA:
 
Quien más sabe más duda
El que no duda no aprende
Quien mucho sabe más ignora
Nunca dice el sabio “no pensé”
Quien sabe que no sabe, algo sabe
Nada puede la fortuna contra el sabio
Solo el sabio es rico, y valiente el sufrido
A la cama no te irás sin saber una cosa más
Libros hacen muchos sabios, pero pocos ricos
 
 Quien pregunta no yerra, si la pregunta no es necia


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