domingo, 1 de marzo de 2015

Apostillas al refranero: Los sigilosos pasos del tiempo


            Si alguien así, de sopetón, te preguntara ‘¿qué es el tiempo?’, ¿serías capaz de contestar con precisión?, ¿o balbucearías un no sé qué que busca responder de  modo medianamente razonable?, ¿o responderías a la gallega, inquiriendo a qué tipo de tiempo se refería, al astronómico, al físico, al meteorológico, al filosófico, al gramatical o al musical?, ¿o, finalmente, suspirarías hondo y dirías que es algo que sientes, que vives, que adviertes, pero que en el fondo ignoras lo que es? Creo recordar que Eduardo Criado en su comedia Cuando las nubes cambian de nariz hace que un personaje seráfico pregunte a un humano que ha tenido un accidente y se halla en la antesala del juicio de su vida ¿qué es la electricidad? Como el recién fallecido no es capaz de responderle, exclama: “¡Ay, si supieseis lo que es la electricidad!” Pues del mismo modo que ignoramos lo que la electricidad sea, pese a que conozcamos sus manifestaciones y efectos, difícilmente podremos comprender lo que es el tiempo, porque a ciencia cierta tampoco lo sabemos, aunque nos demos cuenta perfecta también de las transformaciones que provoca en todos y en todo. Si bien en ocasiones puede actuar como bálsamo, lo habitual es lo contrario, de modo que no puede resultarnos extraño que Quevedo, en desgarrador lamento se queje del resultado de su devenir en el desolador soneto que comienza: “¡Cómo de entre mis manos te resbalas! / ¡Oh, cómo te deslizas, edad mía!”

 
RECUERDA:

 
El tiempo es el gran ungüento
Cuanto el tiempo hace, lo deshace
A la corta o a la larga, todo se paga
A la pera dura, el tiempo la madura
A cada puerco le llega su san Martín
El tiempo cura las cosas y trae las rosas
No hay plazo tan lejano que no asuste al pagano
Ninguna cosa hay tan dura que el tiempo no la madura
No hay plazo que no se llegue ni deuda que no se pague
 

 El tiempo presente, al mentarlo ya es ausente

No hay comentarios:

Publicar un comentario