Alonso Pérez de Guzmán, más
conocido como Guzmán el Bueno, fue un
guerrero y aristócrata nacido en León en 1256, prototipo del hombre fiel a sus
ideas, cuya lealtad energía y entrega consiguieron que buena parte de Andalucía
no solo no volviera a caer en manos de sarracenos sino que se extendieran las
conquistas cristianas. Hijo natural del adelantado mayor de Andalucía Pedro
Núñez Guzmán, se forjó de joven en el norte de África a las órdenes del
soberano de Fez que lo tenía en gran estima, tanta que cuando Gonzalo le pidió
por orden de Alfonso X que ayudara al rey en la lucha contra su hijo Sancho,
quien se había levantado en rebeldía contra el padre y le disputaba el trono,
lo hizo de manera inmediata. Cumplida la misión, volvió a la península, donde
Alfonso lo recibió con todos los honores. Muerto el rey Sabio, se puso al
servicio de su sucesor, Sancho IV. A pesar de que Guzmán había sido partidario
de su padre, el nuevo rey lo estimó como buen caballero y le encomendó la
defensa de Tarifa, atacada por los fanáticos benimerines, nuevo pueblo llegado
de África. Desempeñó tan eficazmente la misión encomendada que no dudó en
permitir que sus enemigos mataran a uno de sus hijos a quien habían tomado como
rehén y con el que lo chantajeaban exigiendo les entregara la plaza si quería salvar
la vida del joven. Posteriormente, ya en el reinado de Fernando IV, a pesar de que,
en contra de su opinión, había sido pactada la entrega de Tarifa a los musulmanes,
impidió que el pacto se consumara. Más tarde participó en la expedición conjunta
de aragoneses y castellanos contra Almería. Finalmente, por iniciativa suya y con
la decisiva colaboración de naves catalanas, fue conquistada la plaza de Gibraltar.
Mas... tanto fue el cántaro a la fuente...
que en una arriesgada incursión por el reino de Granada, en la sierra de Gaucín,
ya casi a la vista de la capital del reino, cayó Guzmán el Bueno.
Nunca es tarde
si la dicha es buena
Antes es la obligación
que la devoción
Quien hace lo que
puede hace lo que debe
Primero la obligación
y después la devoción
Haz primero lo
necesario y después lo voluntario
Por miedo de gorriones
no dejes de sembrar cañamones
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