jueves, 16 de abril de 2015

Apostillas al refranero. Hidalgos solariegos


               Eran los hidalgos el escalón más bajo de la nobleza castellana. Su condición nobiliaria los eximía de pagar las cargas y tributos que agobiaban a los pecheros, es decir, los plebeyos; pero, como carecían de fortuna, no podían compararse con los grados superiores de la aristocracia, sobre todo con la nobleza titulada. Ello hizo que a lo largo de los siglos naciera en muchos de ellos un sentimiento de envidia y resquemor que, unido a su orgullo desmedido, los condujo a situaciones realmente disparatadas que fueron ridiculizadas en obras literarias de los siglos XVI y XVII. En la Vida de Lazarillo de Tormes, el tercer amo de Lázaro es un hidalgo solariego de Valladolid, quien, según refiere al niño,  posee varias casas, ruinosas, eso sí, porque un noble no podía hacer trabajos manuales, que a estar en condiciones valdrían holgadamente 200000 maravedíes, y un palomar que, de no estar derribado, podría ofrecer a su dueño doscientos palominos al año. Es tal el orgullo de casta del hidalgo, que sale de su lugar de origen para trasladarse a Toledo, solo para no tener que saludar el primero, quitándose el bonete, a otro hidalgo vecino. En la ciudad imperial vive exclusivamente de la apariencia para mantener incólume su honra, pues el secreto de la honra estaba no en ser, sino en parecer. De ahí que, sin haber comido, fingiera limpiarse con una paja supuestos restos de carne en su dentadura, pues en guardar la honra, es decir, en vivir de la apariencia “está todo el caudal de los hombres de bien”. Así que Lázaro se maravillaba de verlo venir a mediodía, la calle abajo más tieso y más largo que galgo de buena casta.

 
RECUERDA:

 
Hasta la muerte, pie fuerte
Cada gorrión tiene su corazón
Cada pajarito tiene su higadito
El hidalgo, antes roto que remendado
Ya que la montaña no viene a mí, iré yo a la montaña
Ya que el molino no va al agua, vaya el agua al molino
El hidalgo pobre, taza de plata, olla de cobre y mesa de roble
Pues que la montaña no va a Mahoma, vaya Mahoma a la montaña

 La vanagloria florece, pero no engrandece

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