En Salamanca, allá por los
esplendores del siglo XVI, llegado el Miércoles
de Ceniza, las rameras, alcahuetas, damiselas, busconas, mozas del partido,
meretrices, cortesanas,
zurronas, perendecas, mujeres de mal vivir, pelanduscas y putarazanas eran apartadas de
los burdeles, expulsadas del recinto de la ciudad y relegadas a las zonas
aledañas, en tanto duraba la mortificación cuaresmal y no se celebraba la
Pascua. Sin embargo, el Lunes de Aguas,
es decir, el lunes siguiente al de Pascua, cumplida la abstinencia, el Concejo
salmantino permitía que las damas de la noche volvieran, y los estudiantes
subían contracorriente el río Tormes con gran algarabía en busca de las coimas
en todo de tipo de barcas fluviales, adornadas con los esquejes que la
primavera había ya aportado a las plantas. La vuelta era celebrada con gran
alboroto en las fresnedas de las orillas del río, mientras se devoraba el
hornazo, una empanada de harina candeal horneada, rellena de abundantes
embutidos de la tierra que exigía frecuentes tientos a la bota. Como era de
esperar, la tarde acababa entre chirimías en un jolgorio inenarrable y la entrada
del séquito en la ciudad. Sin que hoy se dé la previa exclusión cuaresmal, el Lunes de Aguas se sigue conmemorando con masiva salida de estudiantes y salmantinos
a degustar el hornazo, acompañado de los gruesos vinos de la tierra en las márgenes
del Tormes, aunque ya las chirimías de bienvenida hayan desaparecido.
La primavera la
sangre altera
Mes de flores,
mes de amores
Sol de marzo hiere
como mazo
Toro, gallo, trucha
y barbo, en mayo
La abeja y la oveja
en abril dejan la pelleja
El avellano y el
cabrón en mayo tienen sazón
Hasta el cuarenta
de mayo no te quites el sayo
Por abril duerme
el mozo ruin; y por mayo, el mozo y el amo
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