En
el año 1953 cambiaron los planes de estudios de Bachillerato español. Se
estableció un Bachillerato Elemental de cuatro años, tras el que se
obtenía el título si se aprobaba la
reválida correspondiente; y el Bachillerato Superior, de dos años y, claro
está, la reválida. Para acceder a la Universidad era necesario cursar el ‘preu’. Las opciones eran: seguir enseñanza oficial
en un instituto de enseñanza media, en una capital de provincia, asistiendo
como alumno oficial a las clases que en sus aulas se impartían; seguir la
enseñanza colegiada en centros que estuvieran autorizados y que se
hallaban adscritos a los institutos, aunque eran totalmente autónomos; y cabía
una tercera opción, seguir la enseñanza libre, es decir, el alumno se
preparaba por su cuenta y riesgo e iba a rendir cuentas al instituto en unos exámenes
que solían celebrarse en mayo y junio. Era la opción de quienes no residían en
la ciudad y carecían de medios económicos suficientes para costearse un colegio
o vivir en una pensión. Hice el ingreso en el año 1954. Mis padres vivían en un
pueblecito a sesenta y dos kilómetros de la capital, así que, llegada la época
de exámenes, a eso de las siete y media de la mañana tomábamos el coche
correo, conocido también como coche de punto para hacer el trayecto
en el que tardábamos alrededor de dos horas y media, pues en esos días los vehículos
iban atestados de examinandos y acompañantes que residirían unos días en alguna
pensión o en la casa de algún familiar. Yo tenía la suerte de tener varios
hermanos de mi madre, que nos cedían encantados una habitación y se ponían a
nuestra disposición hasta en lo más nimio, como el acompañarte y el calmarte
cuando a la vista del instituto, el corazón parecía que se te iba a escapar del
pecho. ¡Cómo lo he recordado después en mi vida y cuánto lo he agradecido!
Por donde vayas, de los tuyos hayas
Quien tiene madre, muérasele tarde
La riña de hermanos es agua de manos
Con mal o con bien, a los tuyos te atén
El que a los suyos se parece honra merece
Quien tiene madre en la putería no es huérfano
Quien mal quiere a los suyos no querrá bien a ninguno
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