lunes, 7 de diciembre de 2015

Apostillas al refranero. Valencia y la seda


            En la Guerra de Sucesión a comienzos del siglo XVIII, el Reino de Valencia abrazó la causa del archiduque Carlos de Austria. Tras la derrota de Almansa el 25 de abril de 1707, Felipe V decretó la abolición de los Fueros de Valencia. Acabada la contienda, el auge de la industria de la seda supone una mejora en las condiciones de vida de la población, gracias a un gradual y constante crecimiento económico. A medida que el siglo avanza se fue incrementando el número de telares y, como es lógico, creció también el de obreros dedicados a esa actividad. Se considera que en 1786 el número de telares es superior a tres mil quinientos y el de trabajadores del ramo asciende a seis mil quinientos. A finales de siglo, Valencia contaba con más de cinco mil telares. Ello supuso la plantación masiva de moreras que se extendieron por caminos y acequias. Denominaciones como el Camí de les Moreres no son de extrañar. En gran medida, el artífice de tan espectacular y tan rápido crecimiento de la industria fue Joaquín Manuel Fos, quien, nombrado inspector general de la industria sedera del Reino de Valencia, se disfrazó de obrero de la seda, se trasladó a Francia y en la ciudad de Lyon aprendió las nuevas técnicas del tratamiento que a su regreso enseñó en los talleres valencianos. Lo curioso es que por aquella época el sistema de regadío empleado en la huerta valenciana gozaba de tan gran prestigio entre los expertos europeos que muchos de ellos acudían a estudiar su funcionamiento para aplicarlo en sus países.

 
RECUERDA:

 
A quien madruga, Dios lo ayuda
Madruga y verás, busca y hallarás
Tardío anochecedor, mal madrugador
Madruga: verás y vivirás; trabaja y tendrás
Quien primero se levanta, primero se calza
El salir de la posada es lo peor de la jornada
El que se levanta tarde ni oye misa ni come carne
Si quieres tener buena fama, no te dé el sol en la cama

 Lo que no se empieza nunca se acaba

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