La joya conocida como el Santo Cáliz
de Valencia es un conjunto formado por tres partes que fueron construidas en
épocas diferentes: a. Una copa de ágata situada en la parte superior; b. una
segunda copa del mismo tipo de piedra, de forma ovalada, dispuesta en posición
invertida, que hace la función de base; y c. una montura de oro decorada con
gemas, que sirve como soporte y que une a las otras dos piezas, dando al
conjunto la forma de un cáliz litúrgico.
A. La copa superior es un bol de paredes hemisféricas y base con pie
anular, labrada en ágata de color marrón-rojizo. Mide 7 centímetros de altura,
9’5 cm. de diámetro, 5’5 cm. de profundidad interna, y el grosor mínimo de la
pared es de 3 milímetros. En la base tiene un pequeño pie anular de 1 cm. de
altura. Las paredes del bol son lisas. Su único motivo decorativo es una moldura entrante poco
profunda en la parte exterior del borde y de anchura desigual.
Presenta el bol algunas
irregularidades. La más notable es una rotura consecuencia de una caída que
tuvo lugar el Viernes Santo de 1744, que produjo la fractura de la copa. Un
maestro platero recompuso los fragmentos con excepción de uno pequeño de forma
casi triangular, que falta en el borde superior. Cerca del asa derecha, hay
también una fisura que se extiende desde el borde hasta la base, causada
posiblemente por la misma caída. En la parte posterior, el ágata muestra una
mancha blanquecina por la parte exterior que, desde el borde, se extiende hasta
cerca de la base. Cotejando las copas sin decoración, como el bol, y las épocas
en que fueron talladas, los arqueólogos han llegado a la conclusión de que
pertenece a época romana entre el siglo I a. C. y el III d. C.
B. En la parte inferior, como base del
conjunto, se colocó una copa en posición invertida: un cuenco ovalado tallado
también en ágata de tonalidades semejantes a las del bol superior. Mide 14,5
cm. de longitud, 9,7 de anchura; su altura es de 4,5 cm y su base, 4x3 cm. Tiene
un pie anular de 5 milímetros de altura. Por su semejanza con la naveta empleada en el culto católico,
suele dársele ese nonbre y así la designaremos en adelante. En la parte
izquierda de uno de sus lados mayores, se advierte incisa una inscripción en caracteres
cúficos, escritos no de derecha a izquierda, sino de arriba abajo. Se data
entre los siglos X y XII y se considera de origen o bien bizantino o bien
árabe. La inscripción parece ser un adjetivo femenino que traduciríamos como la resplandeciente.
C. El bol y la naveta se hallan unidos
por un soporte medieval de oro que consta de varias partes: La superior es un soporte con forma de cuenco en el que
se encaja el bol de ágata. Tiene 5 cm. de diámetro y uno de altura. Se
encuentra decorado en la parte inferior por una lacería mudéjar mezcla de
exágonos y círculos. El eje es de
sección exagonal y ofrece decoración gótica romboidal, compuesta por cuatro
hojas en cada rombo y se encuentra dividida en dos partes por el nudo, en forma de globo achatado. La
parte inferior del eje descansa en un soporte con forma de cuenco ovalado. Los
dos soportes están unidos por dos asas en forma de media S, asas con cuatro
caras decoradas. El extremo superior de las asas se une al cuenco de modo
distinto: la derecha lo hace directamente, mientras la izquierda descansa en
una especie de almohadilla. La montura
que abraza la naveta consta de cuatro tirantes que arrancan de la base, en
donde se encuentran las bisagras. Están decorados con gemas y esmeraldas. La base se halla constituida por una banda
de oro calada. Se cree pertenece al siglo XIV.
II. LEYENDA TRADICIÓN E HISTORIA.
El primer documento en que se hace
alusión al cáliz es de 1399, cuando el rey Martín I el Humano lo pidió al
monasterio de San Juan de la Peña, en donde se veneraba. Según don Miguel Navarro,
con anterioridad “sólo tenemos una piadosa leyenda, que narra cómo el cáliz
pasó a manos de san Pedro, y éste lo llevó a Roma, donde fue utilizado por los
papas para celebrar la eucaristía, hasta que en tiempos de Sixto II, el año
258, su diácono san Lorenzo lo mandó a Huesca para salvarlo de la persecución
desencadenada por el emperador Valeriano”.
Esta tradición fue recogida en el acta de donación de la reliquia al rey
Martín I de Aragón por el prior del monasterio de San Juan de la Peña, quien
entrega “el cáliz de piedra, en el que Nuestro Señor Jesucristo consagró su
preciosísima sangre en la Última Cena, y que San Lorenzo, quien lo tuvo del
papa Sixto, del que era discípulo y diácono de Santa María ‘in dominica’, envió
y dio con una carta al monasterio y convento de San Juan de la Peña, sito en
las montañas de Jaca del Reino de Aragón”.
Don Miguel alerta del anacronismo del
documento, que da título diaconal cardenalicio a san Lorenzo y que hubiera
enviado el cáliz a San Juan de la Peña en fecha en que el monasterio aún no se
había levantado.
Pasado casi un mes, la reliquia no
había llegado a manos del rey, ya que la comunidad monástica se resistía a
desprenderse del más valioso de sus tesoros, por lo que el 23 de septiembre, el
monarca envió a su propio capellán al monasterio, quien tres días después tornó
a Zaragoza con el prior, que hizo entrega de la reliquia en el palacio de la
Aljafería, en donde permaneció hasta 1408, año en que fue trasladado a Barcelona
con otras reliquias para ser custodiadas en el palacio real de la ciudad condal
por los monjes celestinos
Muerto Martín I, las reliquias pasaron
a poder de su esposa, Margarita de Prades. Alfonso V el Magnánimo recuperó la
reliquia y la depositó nuevamente en Barcelona hasta el 6 de abril de 1432,
fecha en que fue trasladado con el resto del relicario real a Valencia, y
depositado en la capilla de santa Catalina del palacio real de esta ciudad.
Por aquellos días, Alfonso V
atravesaba graves dificultades económicas, a causa de sus campañas en Nápoles,
así que hizo que su hermano Juan de Aragón, rey de Navarra, depositara
reliquias, joyas y ornamentos de la capilla real en la seo valentina. En el
fondo, se trataba de una fianza por los préstamos del cabildo y de la ciudad.
Los monarcas que lo sucedieron no reclamaron el depósito porque nunca pudieron
saldar su deuda, así que el Santo Cáliz ha permanecido de manera ininterrumpida
en la catedral exceptuando dos largos paréntesis: 1809-1813, en que viajó a
Alicante, Ibiza y Mallorca como consecuencia de la invasión napoleónica; y de
1936 a 1939 en que fue escondido en diversos domicilios de Valencia y de Carlet
con motivo de las violencias de la guerra civil, además de un viaje a tierras
aragonesas en 1959, y en 1982, a causa de la visita de san Juan Pablo II a la
ciudad, para celebrar una misa multitudinaria.
Lo que hoy denominamos Capilla del Santo Cáliz es la antigua
Sala Capitular, el lugar en que se reunían los canónigos, construida entre 1356
y 1369 por disposición del obispo Vidal de Blanes y la destreza del maestro de
obras Andreu Juliá, sala en la que en distintos momentos se irían integrando,
junto a otras piezas, el primitivo retablo de alabastro del trascoro, la
antigua portada gótica de los pies del templo, la más antigua imagen de la
Virgen propia de la catedral y, a partir de 1916, el Santo Cáliz de la Cena del
Señor.
Es la capilla una pieza de planta
cuadrada de 13 metros de lado por 16 de altura, cubierta por bóveda de
crucería. Se ilumina mediante tres vanos situados en la parte más elevada. Los
vanos orientados al norte y al sur son triangulares, en tanto que el que mira
al este es circular. Los muros han sido alzados con piedra de sillería de Godella.
El retablo fue construido en
principio como fachada del trascoro y se hallaba situado en la nave central del
templo. En 1777, el cabildo acordó renovar la fachada del trascoro por lo que
la existente fue retirada al Aula Capitular. Lo integran una fachada de
alabastro de aproximadamente once metros de anchura. Sobre un basamento de
molduras se ofrecen dos niveles de escenas que corresponden a un relato de la
historia de la salvación. Las del nivel inferior son escenas del antiguo
testamento, en tanto las del superior corresponden al nuevo. De izquierda a
derecha y de abajo arriba, encontramos a Moisés que levanta un palo con una
serpiente: encima, Cristo es mostrado en la cruz como salvación del mundo;
Sansón se lleva las puertas de Gaza: Cristo entra por las puertas del limbo:
Jonás es salvado de la ballena: Jesús en su resurrección; Elías arrebatado en
el carro de fuego: Cristo en la Ascensión; Moisés recoge las Tablas de la Ley:
venida del Espíritu Santo en Pentecostés; Salomón y la reina de Saba: Coronación
de la Virgen.
Tiene la capilla dos puertas de
entrada: Desde la catedral por un pasadizo se accede a una puerta de arco
apuntado que es la antigua puerta de la catedral gótica, y que, al ser situada
en un espacio más estrecho y más bajo que aquel en que primitivamente se
hallaba hubo de sufrir recortes y rebajes al ser instalada en la nueva
ubicación. Existe una puerta más pequeña que comunica con las actuales
dependencias del museo catedralicio, antiguamente sacristía de la capilla y
biblioteca de la catedral. Está formada por arco mixtilíneo con decoración
escultórica en que advertimos la Anunciación tallada en alabastro.
El decorado iconográfico se completa
con ángeles músicos en las ménsulas, el apostolado en las claves y la
coronación de la Virgen en la clave central.
El pavimento está formado por losas
de mármol de La Cinta, de Tarragona.
IV. LA CIUDAD
DEL SANTO CÁLIZ.
Durante los primeros siglos del
cristianismo y en la Edad Media, las reliquias tuvieron una importancia
extraordinaria como elementos de devoción
y de culto, de ahí el interés de los reyes y los clérigos en hacerse con ellas.
Atraían también el interés de los estamentos civiles que gobernaban e incluso
los gremios, hecho que explica que en la Casa de la Ciudad o Consell, por ejemplo,
se instalara un oratorio con sus reliquias propias.
Venerado el Santo Cáliz en las seo
valentina, se mostraba solo en las ocasiones determinadas por la liturgia, como
en ostensiones solemnes en la Semana Santa para guardar en el Monumento las
Formas Consagradas el Jueves Santo a fin de dar la comunión el Viernes Santo, día
en que no se consagraba, y se guardaba el resto del año junto a las demás
reliquias custodiadas en el templo, en un enorme relicario.
Con el paso del tiempo, las imágenes
escultóricas y pictóricas fueron conquistando el terreno en la piedad a las
reliquias y a finales de la Edad Media les
habían ganado la partida, puesto que en los retablos estaban constantemente
expuestas a la visión de los fieles, sin necesidad de exhibirlas solo en
ocasiones especiales; además, podían combinarse en escenas narrativas que movían
a la piedad. Teniendo en cuenta la importancia y la atracción del Santo Cáliz,
lo esperable habría sido que su representación escultórica o pictórica hubiera
sido temprana y, sin embargo, hay que esperar al siglo XVI, a que la familia
Maçip lo incorpore a sus cuadros. Primero Vicente Maçip, después su hijo Juan
de Juanes, y el nieto, Vicente Juanes, entre otros miembros familiares. Juan de
Juanes instaurará los tipos iconográficos que, con ligeras variantes, serán
seguidos hasta el siglo XX: El de Jesucristo presentando el Santo Cáliz en la
mano izquierda y la Hostia en la derecha; el que ofrece el Santo Cáliz sobre
una mesa, mientras el Salvador muestra la Sagrada Forma con la mano derecha
levantada, en tanto la izquierda se apoya suavemente en el pecho, y en tercer
lugar las monumentales Santa Cenas que solía pintar.
Será el patriarca Juan de Ribera, no
obstante, quien extienda por toda la ciudad la presencia del Cáliz de la Cena
del Señor: Nombrado arzobispo de Valencia en 1569, desde el primer momento
apoyará y extenderá la tradición griálica existente en la ciudad. En efecto, su
divisa es un cáliz con una Hostia sagrada en posición vertical y dos pebeteros
con llamas a ambos lados, símbolo de la fuerza y el ardor de la fe que guían al
Patriarca. Por otro lado, será el impulsor de la festividad del Corpus Christi,
logrando que el Cáliz gane protagonismo en las calles de Valencia, no solo en
las procesiones sino al aparecer esculpido en los edificios que cuentan con el
patrocinio y el mecenazgo del arzobispo, como el Real Colegio del Corpus, e
impresos en una balumba de publicaciones que usarán el Cáliz y la Sagrada Forma
como ilustración de portada. La importancia del Cáliz y la Forma en la
iconografía arzobispal se advierte incluso en el retrato que le hizo Vicente
Maçip en 1585 en el que se nos muestra tocado con la mitra, decorada con sol y
estrellas, y tras él, en los estantes de una librería la copa del Cáliz con la
Sagrada Forma en la parte superior.
La apoteosis del Santo Cáliz vivida
en la ciudad, se debe de modo indirecto también al Patriarca y tuvo lugar en dos
momentos, uno 1630, en que se inició la información para su beatificación y
cuando en 1796 fue beatificado.
La festividad del Corpus, celebrada
desde 1355, sigue siendo uno de los días de mayor relevancia en el calendario
litúrgico valenciano y en la impresionante procesión de la tarde por las calles
aledañas a la catedral lo sagrado y lo profano se unen en sorprendente
simbiosis. Pero este es tema que merece capítulo aparte.
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