viernes, 8 de abril de 2016

Apostillas al refranero. Nunca llueve a gusto de todos


            Después de haber pasado en la ciudad de Valencia uno de los inviernos menos lluviosos que recuerdo de los cuarenta y dos que llevo allí viviendo, en que no han caído sino esporádicamente algunas gotas que ni siquiera han servido para matar el polvo de los parques públicos y menos aún para limpiar las hojas polvorientas de sus árboles, constituyó para mí un motivo de alegría y un espectáculo casi olvidado el que la meteorología madrileña me brindó el lunes cuatro de abril al salir de casa a eso de las siete de la mañana, cuando un orvallo finísimo, persistente y tenaz, un sirimiri cuyas gotas a la luz de las farolas no se sabía si iban o venían, si subían o bajaban, un calabobos que empapaba troncos y ramas desnudas, como si estuviera lloviendo en horizontal, de modo que se metía hasta por debajo de la umbela del paraguas abierto, me acompañó hasta la churrería donde suelo desayunar. Ya al volver se había transformado en lluvia abundante, tranquila y bien caída que duró hasta pasado el mediodía. Cuando al caer de la tarde nos llamó nuestra hija menor por teléfono y le contaba yo cómo orvallaba por la mañana y lo que había disfrutado, me comentaba ella que aquella tarde habían caído en Valencia chuzos de punta, lo que me pareció de perlas, aunque me llevó a una deducción, sin duda, falsa, la de que para que lloviera en Valencia era necesario que yo me ausentara. Y aunque la deducción pudiera ser falsa, me llenó de tristeza. En fin…, nunca llueve a gusto de todos.

RECUERDA:

 En abril poda el ruin
Agua y sol, tiempo de requesón
Abril frío, poco pan y mucho vino
Abriles y condes, los más traidores
Si en abril hay lodo, no se perderá todo
Al principio y al fin, abril suele ser ruin
En abril y mayo, harina para todo el año
Por abril, corta un cardo y te nacerán mil

 Busca pan para mayo y leña para abril y échate a dormir

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