En los pueblos altoaragoneses se narraban numerosas leyendas de almetas,
es decir, de espíritus de personas muertas que no han llegado ni al cielo ni al
infierno, almetas que vagan por los montes en busca de un lugar de
reposo eterno. Una de las almetas más famosa debe ser la del herrero de
Saganta, uno de los cinco herreros aragoneses que, dicen, fueron capaces de
engañar al propio Pateta, nombre preferido en la zona para Belcebú. Serían
los otros cuatro herreros el zaragozano de Calcena y los también oscenses de
Sanfelices, de Serraduy y de Laitago. Debía ser el tal herrero de Saganta un punto
filipino de aúpa, tan perverso que sorprendía a los mismísimos demonios con
su maldad. Se cuenta que cuando su alma murió se dirigió al cielo, donde se negaron
a abrir la puerta dada su maldad reconocida, así que ni corto ni perezoso se
dirigió al infierno a cuya puerta llamó también. Le preguntaron quién era y,
al responder: ‘El farre de Saganta’,
se oyeron murmullos, voces asustadas, discusiones, gritos desaforados de los
demonios menores que amenazaban a Pedro Botero con irse del infierno si
allí se recibía a persona de semejante catadura. Así que lo mandaron a freír
monas con las palabras más fuertes y duras que uno pueda imaginarse, y desde
entonces su almeta vaga por los cerros portando una vela en cada mano,
sin hallar acomodo en ningún lugar.
RECUERDA:
Piensa mal y acertarás
Mala hierba presto crece
Vaso malo no se quiebra
Mala hierba nunca muere
En arca abierta, el malo peca
El malo siempre piensa engaño
Hombre bellaco, tres caras o cuatro
Quien en malos pasos anda malos polvos levanta
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