lunes, 6 de junio de 2016

Apostillas al refranero. Netú el ególatra


            Cuando los dioses del Olimpo hubieron vencido a los gigantes, alguno de los derrotados consiguió esconderse en lugares recónditos. El más perverso de ellos, Netú, lo hizo en los Pirineos entre los Montes Perdidos y la Maladeta, disfrazado de pastor. Egoísta, todo era poco para sus rebaños y se apoderaba de los prados ajenos; cruel, no le importaba matar a quienes se le oponían, haciéndolos desaparecer en los glaciares. Un día en Benasque apareció un joven que pronto se ganó la simpatía de las gentes, porque era muy desprendido y abierto. Trabajaba por la comida en lo que fuera: limpiar los establos, ayudar a parir una vaca, escribir una carta al hijo de una madre analfabeta… Encandilaba a los niños cantándoles canciones o narrándoles leyendas. ¡Todos lo querían! Llegado el verano manifestó su deseo de cruzar las montañas, cosa que le suplicaron encarecidamente no hiciera; pero nadie pudo convencerlo, así que una mañana muy temprano lo vieron partir apenados. Anduvo…, anduvo…, anduvo…; acabó sus provisiones y, hambriento y agotado, una tarde vio desde una cumbre un hermoso valle donde pastaba un rebaño. Pensó que allí podría recuperarse del agotamiento. ¡No conocía a Netú, el gigantón dueño del rebaño, frío como el témpano, malencarado e insolidario! Cuando le rogó algo para llevarse a la boca, el gigantón lo rechazó y le ordenó abandonara los prados de sus reses. Apenado el viajero, le preguntó por qué odiaba, por qué su corazón era tan duro que asemejaba las rocas de las montañas. Netú soltó una carcajada e inmediatamente se transformó en el pico rocoso más alto de la cordillera: el Aneto.

 RECUERDA:

 La avaricia rompe el saco
Quien todo lo abarca poco ata
Sobre dinero no hay compañero
Quien no da nudo pierde punto
El que mucho corre pronto para
Quien mucho abarca poco aprieta
Cada uno va a su avío y yo al mío
Cada cual arrima el ascua a su sardina

 El diablo a los suyos quiere

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