Según
la propaganda de los enemigos de España, sobre todo la desarrollada en el mundo
entero desde el Siglo de las Luces
hasta el pasado siglo de siglas, especialmente por Francia y Gran Bretaña, qué intolerantes, qué inicuos, qué
depravados, qué explotadores, qué nefastos y qué nefandos debimos ser los
españoles en nuestros comportamientos habidos en todo el Imperio Español, desde
su inicio allá por el 1500 hasta su acabamiento allá por los últimos años del
siglo XIX. Sí, muy malos…; y, sin embargo, fuimos los primeros en preocuparnos
del poblamiento y urbanización de las ciudades: En 1502, el gobernador de La Española, fray Nicolás de Ovando, estimula el desarrollo urbano de Santo Domingo impulsando el mestizaje,
legislando la elección de alcaldes y corregidores, organizando el reparto de
tierras entre españoles e indígenas. Alonso
de Ojeda trazó el plano de la ciudad según la cuadrícula romana: calles en
línea recta, manzanas cuadradas o rectangulares, una plaza mayor, centro de la
vida urbana, a uno de cuyos lados debía construirse la iglesia mayor y
enfrente, el edificio del cabildo. De acuerdo con este esquema se construirían
otras ciudades: Veracruz, La Habana, Campeche… En 1535, don Antonio de Mendoza, nieto del Marqués de Santillana, renovó el plan,
trazando calles más anchas, que permitieran el paso de carruajes, casas con
edificios de poca altura, de modo que recibieran sol abundante y estuvieran
bien ventiladas e iluminadas: Puebla de
los Ángeles, Oaxaca, Valladolid fueron levantadas o mejoradas
en México según el nuevo plan. En
1573, se decretó el Plan de Ordenamiento
Urbano de las Indias en que se prohíbe ocupar asentamientos de indios, se
insiste en seleccionar lugares adecuados, tener en cuenta las temperaturas y
los vientos dominantes para determinar la orientación y la anchura de las
calles. En 1590, Bautista Antonelli
creó un plan de urbanismo mucho más completo por orden de Felipe II. Esto solo
en el siglo XVI.
RECUERDA:
No hay miel sin hiel
Buscar tres pies al gato
Donde las dan, las toman
Habló el buey y dijo: “¡Mu!”
A palabras torcidas, respuesta derecha
El que dice lo que no debe oye lo que no quiere
La ley del embudo: para mí lo ancho, para ti lo agudo
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