Según
un proceso judicial de 1579, hubo en Madrid un matrimonio, formado por Alonso de
Zayas y María, que tenía una taberna en la Cava Baja. Parece ser que
la tal María era mujer de poco aguante, de muchos redaños y capaz de tener a
raya al más plantado. Un buen día llegó a la taberna un grupo de soldados de la Guardia Real,
recién cobradas las soldadas, con ganas de echar unos tragos y piropear, o lo
que fuere, a la Mari Morena, nombre
de guerra de la tabernera. Pidió la soldadesca de lo mejor de la casa, pero eso
lo guardaban Mari Morena y Alonso para clientela de otro pelo, funcionarios y
gentes de la Corte, así que respondieron que nones, que para ellos bastaba con el morapio. Insistieron los soldados ya un tantico calientes y se armó
una bronca digna de los campos de Agramante. Tan bien manejó aquel día María la
sartén en la trifulca, tanta estopa soltó a diestro y siniestro, tantos ojos
puso a la funerala, tantos cogotes sembró de chichones, de tantos cardenales
llenó las costillas enemigas, tantas narices aplastó y tan bien supo mantener
su posición que, humillados los soldados, hubieron de pedir tregua y salir con las
orejas gachas hacia el calabozo escoltados por la real policía militar, o lo que fuera
de la época, mientras los corchetes se las vieron y se las desearon para apaciguar
a María y conducirla ante el escribano de guardia. Por eso, cuando hoy en día se
producen camorras, pendencias, disputas ásperas y violentas, se dice que se arma la marimorena.
Poca hiel hace
amarga mucha miel
Quien mala cama
hace en ella yace
Puerco sarnoso
revuelve la pocilga
Quien no te conozca
que te compre
Quien malas mañas
ha tarde las dejará
Quien mierda echa
a la colada mierda saca
Vase el bien al
bien y el mal al que lo tiene
El ruin, cuanto
más le ruegan, más se ensancha
En casa de Miguel,
él es ella y ella es él
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