viernes, 12 de septiembre de 2014

Apostillas al refranero. Soberbia

            Pensando en qué o en quién podía basar esta apostilla, me acordé del último rey etrusco de Roma, Lucio Tarquino o Tarquinio, apodado el Soberbio, un déspota de tomo y lomo, al parecer. Algunos episodios de su vida son dignos de novela de frijolítica serie televisiva. Accedió al trono tras derrocar a su suegro, Servio Tulio, a quien acusó de ilegitimidad, así que se presentó en el foro al frente de un grupo de hombres armados. Según refiere el historiador Tito Livio, Servio Tulio acudió a defenderse de la acusación. Aprovechando el tumulto que se produjo, Tarquino lo echó escaleras abajo, de modo que quedó malherido. A continuación varios sicarios lo apuñalaron, y Tulia, su propia hija, arrolló el cadáver con el carro que conducía. Como el que a hierro mata a hierro muere, Tarquino fue a su vez depuesto por un levantamiento que contra él se produjo. La causa tuvo origen en la violación que su hijo Sexto Tarquino hizo a la joven patricia Lucrecia. Consumada la violación, la joven reúne al marido y al padre, les cuenta avergonzada y ofendida lo sucedido e inmediatamente se clava una daga en el pecho. Los allegados de la joven juran venganza y se enfrentan al rey, a quien derrotan y derrocan, al tiempo que instauran una nueva forma de gobierno: la República.
 
RECUERDA:
 
Nunca la soberbia subió al cielo
A quien al cielo escupe, en la cara le cae
De rico a soberbio no hay un palmo entero
Ni por rico te realces ni por pobre te rebajes
Ni riqueza te ensoberbezca ni te abata la pobreza
Vuela alto la vanagloria y cae al suelo hecha escoria
Por turbia que esté, no digas de esta agua no beberé
 
Hasta en los mocos hay linajes: unos sorbidos y otros guardados con encajes


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