viernes, 17 de octubre de 2014

Apostillas al refranero. Naturaleza

            En el capítulo XXI de El Principito, un zorro hermosísimo que descansa a la sombra de un manzano saluda al niño con un sencillo “¡buenos días!” A partir de ahí el inteligente animal, en poético y aleccionador diálogo, le va enseñando esencialmente tres cosas: 1. Para que puedan llegar a la amistad, el niño habrá de domesticarlo, es decir, tendrán que domesticarse mutuamente, pues entre ellos nacerán afectos que los transformarán: cuando el zorro oye el ruido de los pasos de los hombres, se esconde en lo más hondo de su madriguera; sin embargo, una vez domesticado, será el rumor diferente de las pisadas del niño el que lo atraerá a su presencia a la luz del sol. Entre ambos se dará una relación de amistad única. 2. Es necesario prepararse para la felicidad. La intensificación del afecto, produce felicidad: el rumor de los pasos del niño harán latir de ansiedad el corazón del zorro. Por eso, si el Principito acude a visitar al zorro todos los días a la misma hora, el animal podrá comenzar a ser dichoso desde una hora antes y la dicha crecerá hasta llegar a su apogeo en el momento del encuentro. 3. Solo con el corazón se llega al conocimiento más profundo. Solo aquello por lo que nos hemos esforzado, solo aquello por lo que nos hemos desvelado, solo lo que hemos cuidado con paciencia y entrega, lo que con nuestras manos hemos modelado es lo que amamos.
            Todo el discurso del zorro destila poesía, su enseñanza respira verdad. No obstante, hay algo que, si me dejo aconsejar por el refranero, no me cuadra, y es que nada hay en la naturaleza que pueda ser contrario a su naturaleza: ¿Podría el zorro dejar de ser zorro?
 
RECUERDA:
 
Toda criatura torna a su natura
Quien tuerto nace enderézase tarde
No hay necesidad de enseñar al gato a arañar
No puede ser más negro que sus alas el cuervo
Aunque la mona se vista de seda, mona se queda
El pelo muda la raposa, mas el natural no despoja
Cuando la zorra predica no están seguros los pollos
La raposa ama engaños, el lobo corderos, la mujer loores
Aunque muda el pelo la raposa, de su natural no se despoja
 
 Por la uña se conoce el león


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