miércoles, 19 de noviembre de 2014

Apostillas al refranero. Casamiento. Mujer.

            Al contrario que del varón, cuando el refranero habla de la mujer que va al casamiento (que no al ‘ajuntamiento’ o ayuntamiento), aunque hay refranes que afirman lo contrario, lo más frecuente es que la ofrezca yendo al altar con una mano delante y otra detrás, de modo que el matrimonio es para ellas una forma de dar en el clavo, de acertar en la vena (de oro), de pulsar la tecla adecuada y atinar en la diana. Las cuatro cosas a la vez. Sobre todo cuando, llegada ya cierta edad, a punto de perder el último tren, están compuestas y sin novio, ya no venden una escoba y temen quedarse para vestir santos el resto de sus días, de modo que se apuntan a un bombardeo o se agarran a un clavo ardiendo. Vamos, que les viene de perilla, como llovido del cielo. Contra esta opinión las mujeres casadas, entradas en años, se rebelan, sobre todo cuando se ponen exquisitas, sentimentales y místicas al echar la vista atrás. Estiman que hay que estar como una regadera, como un cencerro, como chota o cual cabra en ayuno y esperando el agua  mayo que no cae, para meterse en berenjenales como en los que ellas entraron, que si lo llegan a saber... ¡ay, si lo llegan a saber! (suspiro). En fin, para gustos se hacen los colores.
 
RECUERDA:
 
Tetas y culo y dinero ninguno
Mejor es casarse que abrasarse
Sea marido aunque sea de palo
El casamiento y el caldo, pelando
Casamiento malo pronto es concertado
No bebas por botija ni des al forastero tu hija
Cásame enhoramala, que más vale algo que nada
La que se casa con viudo rival tiene en el otro mundo
Esperando marido caballero, lléganme las tetas al braguero
 
Sírvelo como a marido y guárdate de él como de enemigo

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