sábado, 22 de noviembre de 2014

Apostillas al refranero. Chismorreo

                Los pícaros de nuestra literatura me han parecido siempre unos chismosos de tomo y lomo. Puesto que nadie los hubiera tomado en consideración, dadas sus vidas totalmente carentes de ejemplaridad, escriben ellos mismos sus hazañas a modo de queja y se transforman en gacetillas, malsines y comidillas de una sociedad en la que no creen, porque la deslealtad los hace incompatibles con ella. Así que nos lo chinchorrean todo, sin afán de reformar nada. Golfines ganzúas, han aprendido a vivir de la pecorea, y ahí me las den todas. En la cumbre de la alcahuetería, Pablos, el Buscón quevedesco, refiere una serie de hechos hiperbólicos, difícilmente asumibles como acaecidos en la casa segoviana del dómine Cabra --¿recordáis?--, el clérigo cerbatana, archipobre y protomiseria, que casi mata de hambre a don Diego Coronel y al propio Pablos. El rencor que le guarda es de por vida, y nos camandulea su retrato así: “Los ojos avecinados en el cogote, que parecía que miraba por cuévanos; tan hundidos y oscuros, que era buen sitio el suyo para tiendas de mercaderes. La nariz entre Roma y Francia... Las barbas descoloridas de miedo de la boca vecina, que, de pura hambre, parecía que amenazaba a comérselas; los dientes, le faltaban no sé cuántos, y pienso que por holgazanes y vagamundos se los habían desterrado; el gaznate largo como avestruz, con una nuez tan salida, que parecía se iba a buscar de comer, forzada de la necesidad; los brazos secos; las manos como un manojo de sarmientos cada una... Traía un bonete los días de sol, ratonado, con mil gateras y guarniciones de grasa; era de cosa que fue paño, con los fondos de caspa. La sotana... era milagrosa, porque no se sabía de qué color era. Unos, viéndola tan sin pelo, la tenían por de cuero de rana; otros decían que era ilusión; desde cerca parecía negra, y desde lejos, entre azul...; parecía, con los cabellos largos y la sotana mísera y corta, lacayuelo de la muerte. Cada zapato podía ser tumba de un filisteo."
 
RECUERDA:
 
Quien trae, lleva
Al ausente, hincarle el diente
Del árbol caído todos hacen leña
El chisme agrada pero el chismoso enfada
De los míos déjame decir, mas no me hagas oír
Quien te cuenta las faltas de otro, las tuyas tiene en el ojo
Va la moza al río; no cuenta lo suyo y cuenta lo de su vecino
Un poco de murmuración es aceituna de postre en comida y conversación
 
Ándeme yo caliente y ríase la gente


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