lunes, 17 de noviembre de 2014

Apostillas al refranero. Casamiento. Hombre.

            Hay en el refranero una enorme diferencia entre la consideración que se da al hombre y a la mujer en lo que al casamiento se refiere. Considerados en su mayoría, aunque también los haya de la tendencia contraria, los refranes sostienen que el matrimonio (no el ‘ajuntamiento’ o ayuntamiento) es para el varón una tabarra, una verdadera lata, una matraca y una auténtica murga; todo al mismo tiempo. ¿Y por qué? Porque estiman que la unión conyugal es una metedura de pata, una pérdida de libertad y un quebradero de cabeza, ya que los hombres caen en el garlito fácilmente y se dejan atrapar pues al hallarse en calentura no son conscientes de que se meten en un berenjenal. Una vez casados, las mujeres los atan tan corto que van con la soga al cuello y los traen por la calle de la Amargura. ¡Pobres! Han visto las orejas al lobo y, aunque tragan quina, entran por el aro, ya que se les encoge el ombligo y cargan con el mochuelo, a fin de que no se arme una zaragata o un zipizape como el de San Quintín, pues se les vería el plumero.
           En la próxima apostilla trataremos la segunda parte, aunque segundas partes nunca fueron buenas, si es que buena hubiera sido la primera, cosa que dudo un montón.
 
RECUERDA:
 
Casarás y amansarás
Ni cases sin ver ni firmes sin leer
El casamiento y el caldo, pelando
Casar lejos de casa es beber en calabaza
Ni fea que espante ni hermosa que mate
Cásate y tendrás mujer que te cosa a la pared
Ir a la guerra, navegar y casar no son de aconsejar
Quien con mujer bella casa de su honra se descasa
Cásate: gozarás los meses primeros y después desearás la vida de soltero
 
 El que ha tenido una mujer merece una corona de paciencia; el que ha tenido dos la merece de simpleza


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