Los muy civilizados seres humanos,
conocidos también como personas, disponemos de una gama variadísima de
procedimientos para expresar nuestros afectos y desafectos. Los gestos, las
miradas son capaces de expresar la alegría, las penas, la admiración, la
sorpresa, el asombro, el reproche, el rechazo... En ocasiones pueden llegar a
cargarse de tal furor que hablamos incluso de miradas asesinas. Si en las alegrías sentimos el agradable sabor de
la miel, en la aflicción y el disgusto experimentamos el amargor del acíbar y
de la hiel. Aspiramos con fruición el aroma del triunfo y tapamos la nariz para
evitar oler el hedor de la derrota. En la expresión idiomática no hay sino
seguir lo que hasta aquí llevo expresado y hacer dos columnas: una con los
términos favorables y otra con los desfavorables. Hasta la leña que se corta y
se usa para quemar en la chimenea, su dureza, su capacidad para calentar pueden
servirnos para expresar el amor o la antipatía, la estimación o la aversión, la
afición o la ojeriza, el apego o la animosidad. ¡Somos así!
RECUERDA:
Hay cariños
que matan
Quien te dio
la hiel te dará la miel
El perro y el
niño, donde hay cariño
Lo que a deseo
viene en más se tiene
Tanto quiso el
diablo a su hijo que le sacó un ojo
Leña de
higuera, recia de humo y flaca de madera
Leña de
encina, córtela mi yerno y quémela mi hija
Leña de
higuera, córtela mi hijo y quémela mi nuera
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