En
un pueblecito del Pirineo oscense vivía un herrero fuerte, alto, corpulento y,
es fama, más peludo que un oso. Jurador empedernido, tenía un genio tan endemoniado
que nadie había querido casarse con él, así que vivía solo en su fragua y,
cuando no trabajaba en ella, solo deambulaba por los bosques cercanos donde
cazaba. Tan terrible era su genio que hasta los animales que herraba se le
sometían y permanecían quietos como estatuas de piedra no fuera el herrero a
enfadarse y diera un par de vueltas más a la cuerda con que les lazaba el
morro. Un día de cellisca se acogió al pueblo un mendigo que fue pidiendo
limosna casa por casa. Los vecinos le entregaban lo que podían, compasivos en
un día tan duro como aquel. Cuando llegó a la herrería, pordioseó una vez más.
Trabajaba el herrero en aquel momento una pieza candente para hacer una
herradura. Como el mendigo insistiera, detuvo su quehacer, lo miró con despreció,
rezongó y, arrojando la herradura a los pies del pobre mandó desabridamente que
se la pusiera y se fuera a pastar a un prado. Sorprendido el indigente y
enfadado por el maltrato que recibía y no había en modo alguno merecido, con
voz firme y profunda, cargada de reproches, le dijo: Más que hombre pareces
un oso, y en oso te transformarás. Podrás subirte a los árboles, pero no al
arto, que te pinchará, ni al abeto, porque en él patinarás. Y, en efecto,
al instante se convirtió en un descomunal oso gris que salió huyendo de la
llama del fogón y se refugió en el bosque cercano. Dicen los lugareños que todos los osos que posteriormente surgieron en
la zona son hijos del herrero malhumorado y que por eso son tan peludos, pueden
andar sobre las dos patas traseras y trepan a los árboles, excepto el arto y el
abeto.
RECUERDA:
Cada ollero alaba sus pucheros
El médico, mozo; el boticario, cojo
El médico viejo, y el mozo, barbero
En casa del herrero, cuchillo de palo
El ruin barbero no deja pelo ni cuero
A quien cuece y amasa, de todo le pasa
En casa del gaitero, todos son danzantes
De pobres pañales, obispos y cardenales
De músico, poeta y loco, todos tenemos un poco
Cada puerta anda bien en su quicio y cada uno en su oficio
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