Uno de los personajes más sobresalientes de la Casa de Aragón es
Alfonso I, conocido por el sobrenombre ‘El Batallador’. Hijo segundón de Sancho
I, había sido destinado por su padre para clérigo, por lo que comenzó a recibir
formación ascética, primero con los frailes de Aísa y después en el monasterio
de San Pedro de Siresa, formación que fue templando poco a poco su cuerpo y su espíritu.
Se cuenta que cuando tenía doce años, una tarde de asueto salió del monasterio
con un grupo de compañeros por las fragosidades del Pirineo, allá donde el
Aragón se abre paso en la roca por una garganta que deja dos altísimas paredes
de piedra cortadas a pico, en el paraje conocido como Boca del infierno,
en cuyo fondo rugen las turbulentas aguas del río. De pronto, un enorme oso al
que sin querer habían molestado surgió de entre la maleza, erguido sobre sus
patas traseras, dispuesto a lanzarse sobre los alborotadores que pusieron pies
en polvorosa buscando refugio lo más lejos posible de la
encolerizada fiera, excepto Alfonso, quien sin movimientos bruscos que pudieran
excitar más al animal montó una saeta en su arco, tensó la cuerda, disparó y el
proyectil se alojó en el pecho del oso, aunque no consiguió sino irritar
al plantígrado que avanzaba hacia su presa. Instintivamente el muchacho
retrocedía, puñal en mano, hacia donde solo podía hacerlo: el precipicio. De
pronto dio un traspiés y cayó. Afortunadamente sus manos pudieron asirse a unas
matas de boj que lo salvaron de morir despeñado. Cuando todo parecía perdido,
un grupo de pastores, atraído por los rugidos del animal, lo apedreó y,
mientras unos ayudaban al chiquillo, otros remataban a la fiera. Dicen que de
esta circunstancia nació el Cuerpo de Monteros Reales que tan leal y
eficazmente había de servir a Alfonso cuando, muerto su hermano Pedro I sin
descendencia viva, hubo de reinar en los territorios de la Casa de Aragón.
RECUERDA:
Ganar cría buena sangre; perder, mala
Ni mesa sin pan ni ejército sin capitán
El que tropieza y no cae adelanta terreno
O calzad como vestís o vestid como calzáis
A las letras con babas, a las armas con barbas
La tierra que me criare, démela Dios por madre
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