Hace
unos días apareció en la Prensa un comunicado de la agencia EFE, cuyo contenido
leí a mis alumnos, que sonrieron ampliamente y, en algún caso, hasta se
carcajearon. No pensaba yo que lo que les leía fuera motivo de hilaridad, y decidí
componer un texto de examen, tomando como base el comunicado. Decía el texto así:
"Desde hace cinco años, los médicos del Servicio de Urgencias del Hospital General de Granollers recogen en una libreta los ejemplos de incultura lingüístico-sanitaria de sus pacientes o de los familiares de estos.
Cuando se habla tanto del superior nivel de cultura existente hoy en la sociedad española, cuando se presume del elevado número de Títulos expedidos por las Universidades, cabría pensar en que realmente poseemos un altísimo nivel cultural y, en consecuencia, lingüístico, y se supondrían erradicados usos como los que se citan.
Hay quien es capaz de confundir un fluorescente con un efervescente: 'Le hemos dado una aspirina fluorescente', afirmó una madre que llevó al Servicio de Urgencias a su hijita. Quejoso y desazonado, un paciente dijo al médico: 'Doctor, tengo un anzuelo en este ojo?.
Una mujer que acompañaba a su padre, ya de edad avanzada, manifestó compungida: 'Mi padre tose mucho y saca flamas de la garganta'. 'Mi hijo tiene un gallo en la garganta', afirmó otra madre al ingresar a su niño. La cosa no era grave. El médico comprobó que se trataba de una simple irritación y le recetó un jarabe antitusígeno.
A veces, los casos se complican. Cuando unos padres aseguran que al chiquillo 'no se le quitan los moquitos con el suero filosófico' los filósofos deberían pensar en dedicarse a regir el pensamiento del mundo, que es de por sí tarea ardua, y dejar el quitar las mucosidades al suero fisiológico. Si, al rememorar los antecedentes de enfermedades familiares, un paciente dice a la enfermera que 'toda la familia está mal de la Basílica Balear', la enfermera se cuidará mucho en adelante de acercarse a templo alguno y concluirá la conveniencia de pasar sus vacaciones en las Canarias, por si en las Baleares hubiera alguan epidemia que afectara a la vesícula biliar".
Hasta aquí el texto del examen. Los
ejemplos de uso inadecuado de la lengua podrían, no obstante, seguir. Y
llegarían casos verdaderamente ininteligibles: ‘El ombligo le supera’, aún se entiende por el contexto y la
situación; pero ya me dirán qué se le entrega a alguien que va a recoger ‘el escaño’, en vez del resultado del
escáner, o qué es lo que le han extirpado al señor que afirma que ‘lo operaron de un roqueféler’. No sé si la hidropesía de la túnica serosa del
testículo habrá sido un padecimiento del adinerado industrial norteamericano o
se tratará de un caso de un caso especial adquirido por el político de la misma
nacionalidad y de idéntico nombre en sus visitas a Oriente Medio. Lo que se me
escapa ya del todo y presta, además, alas a mi imaginación, es la confianza de
la señora que asegura no poder quedar embarazada porque su marido y ella
practican el método anticonceptivo ‘córpore
insepulto’.
Pedía yo en la pregunta final de ese
examen una redacción en la que se hablara de la formación lingüística de
nuestra sociedad. La mayor parte de los alumnos examinados atribuía las
deficiencias en el uso del idioma a ancianos, a personas sin estudios y a
gentes de clases sociales bajas, lo que no fue obstáculo para que ellos, gentes
con estudios, escribieron lindezas como ‘herrata’, ‘subenciones’, ‘portugesas’,
‘hunen’, ‘consegir’ y ‘mantubo fracmentado’.
Discrepo de esa apreciación. La falta
de formación lingüística es evidente y se advierte no solo en estratos sociales
bajos o personas de escasa cultura: Cuando nuestros jóvenes se incorporan a un
Centro de Enseñanza Media, han cursado ocho años de EGB. Como no quiero hablar
de lo ajeno, sino de lo propio, los dejaré estudiar dos años más en un
Instituto. Al comenzar tercero, a las puertas de la obtención del Título de
Bachillerato, son al menos diez (!) los años de estudio. Cabría esperar que su
formación fuera la adecuada para tantos años en todas las materias. Y sin
embargo... A veces pido a los alumnos lean en voz alta los textos que vamos a
comentar. Casos ha habido (hablo de este mismo curso 92-93) en que no han sido
capaces de leer dos palabras seguidas. Conseguir la síntesis de un texto ha
sido, en ocasiones, tarea ímproba. En algún grupo, el 30% de los alumnos se
expresa de modo tan deficiente que elaboran párrafos ininteligibles. El 70%
tiene deficiencias ortográficas graves. El nivel cultural es paupérrimo. En la
sección Perlas cultivadas de la
revista del Centro he ofrecido muestras numerosas. Solamente dos más, muy
breves: “Cadalso divide a España en dos: en el pasado y en el presente. En el
primero nos dice cuando los reyes Carlos I, Felipe II, III, IV y Carlos V
invaden Numancia”. “Según Cadalso en las
Cartas Marruecas... los murcianos son una mezcla de andaluces y valencianos.
Los valencianos son solubles y estudiosos de las ciencias positivas. Luis
Vives”. ¡Caramba! Desde el año 1974 en que llegué a Valencia, he tenido tiempo
de darme cuenta que los valencianos suelen ser dulces, amables, acogedores,
pero nunca los he visto disolverse cual terrón de azúcar desleído en el café...
Lo que dice Cadalso es que son volubles, versátiles, que es algo distinto. ¡Y
eso, en tercero, habiendo cursado ya dos años en el Centro! ¡No echemos la
culpa a nadie ajeno!
¡Pobres chicos! ¿Cómo vamos a
exigirles tanto, si en un periódico valenciano, en titulares de 30 cm2 se lee.
“El yerno del alcalde de Museros es culpable de la excisión de los
socialistas”. Un periodista es un titulado universitario formado en alguna
Facultad de Ciencias de la Información (¡toma nombre pomposo!). En un periódico
es fácil y disculpable que se cometan erratas, pero para evitarlas están los
correctores que en modo alguno deben dejarlas escapar y menos en titulares. Y
hay ocasiones en que ya no son erratas, son vapuleo del idioma, como cuando uno
halla en los diarios transehúntes y expléndidos.
El zarandeo es general. Lo flagelan
quienes confunden el significado de términos distintos. Hoy en día se escribe
mucho sobre la ‘honestidad’ de los
políticos, cuando se refieren, en realidad, a la ‘honradez’. La honestidad es
el decoro, la decencia, el recato, la compostura; la honradez, sin embargo, es
el proceder recto. El político debería ser honesto, pero ha de ser siempre
honrado. Lo mismo sucede con ‘episódico’
y ‘esporádico’, ‘absentismo’ y ‘abstención’,
‘petrolífero’ y ‘petrolero’...
Lo fustigan quienes alargan
innecesariamente las palabras: ‘La pugna política se ha centralizado en torno a la corrupción’ (por centrado). Claro que
mis alumnos de COU a veces ‘sustantivizan’ y ‘adjetivizan’ en lugar de
sustantivar y adjetivar.
Lo baquetean quienes usan el léxico de
modo peregrino: ‘Restan cuarenta días
para las elecciones’; ‘a José M. Aznar le han
restado una descomunal hernia”; ‘se ha hecho público el veredicto del juez’, cuando quien emite
el veredicto es el jurado; el juez solo emite la sentencia.
Lo zurran quienes fuerzan su sintaxis:
Una de las fuentes más copiosas en este aspecto es el empleo del gerundio.
Cuando en COU estudiábamos su uso correcto algunos de vosotros, escépticos,
pensasteis que yo exageraba. Durante tres semanas, día a día, os ofrecí
recortes de periódicos con gerundios mal empleados, y me pedisteis tregua.
Locutores y presentadores se dejan
llevar por los vicios lingüísticos de personas entrevistadas, de modo que esos
vicios se transforman en modelo de amplios sectores de la sociedad. Desde que
oí decir a Díaz Miguel que la Selección ‘podía
ganar de quince puntos’, ese uso de la preposición ‘de’ ha corrido como
reguero de pólvora. En mi época joven jugábamos preferentemente al fútbol, y no
porque yo sea bajito, sino porque no había ‘canchas de baloncesto’, y ganábamos
o perdíamos los partidos no ‘de’, sino ‘por’. ¡Qué gracia me haría tener que
decir que Zulle ganó la cronoescalada de
treinta segundos sobre Rominger!
Con aquello de la entrada de España en
el Mercado Común, una revista que se tildaba de científica pretendió
introducirse como “texto de apoyo” de nuestro Seminario. Zarandeaba la
ortografía y la morfología de modo lamentable: La forma interrogativa ’por qué’
aparecía escrita siempre ‘porqué’: ‘y
porqué se ha realizado’. Por otra
parte, en un mismo artículo usaba cinco veces el infinitivo empleado como
imperativo: ‘Dirigiros por escrito’,
‘poneros en con tacto’ (sic.), ‘informaros en un banco’. ¿Sabéis cuál
fue el destino de la tal revista? Pues os equivocáis, porque la guardé para
poder elaborar esta parte de mi artículo.
Piquemos más alto. No nos vamos a
ocupar de los cuñaos que han violao y
han acabao cansaos, en tanto no se nos transformen en maríos que ataquen al querío
de la consorte. Tampoco nos preocuparemos de que se pronuncie Insálud,
y sea todo un señor ministro de Sanidad, entre otros, quien lo diga.
Ni de que otro señor, ministro de Educación confundiera ordinales con
partitivos y sacara aquello del ‘doceavo
lugar’. Más me preocupa que una señora diputada, profesora de Lengua y Literatura
españolas, emplee la fórmula ‘jóvenes y
jóvenas’ ante determinados auditorios. Quizá no caiga en la cuenta (aunque me
parece más bien una fórmula retroprogre) de que en español existen adjetivos en
los que se ha producido neutralización genérica y presentan una sola forma que
sirve tanto para el masculino como para el femenino y que esto es así aun
cuando se sustantive y se utilicen como sustantivos en un determinado contexto. Si, a imitación
del Manual de Estilo del Lenguaje Administrativo, nos empeñamos en crear formas
distintas para el masculino y el femenino, habría que reinventar no solo las
femeninas sino también las masculinas y así tendríamos masculino, femenino y
variopinto: jóveno, jóvena y joven; felizo, feliza y feliz; invisiblo,
imbisibla e imbisible; imbécilo, imbécila e imbécil. ¡Pues eso!
Y me preocupa también la terminología
pseudocientífica, a veces casi indescifrable de las normas de los nuevos cursos
y los proyectos de los nuevos planes de estudio. Lo curricular, lo vehicular,
la contextualización, la coordinación internivelar, la secuenciación, la
culturización, cuesta, pero pueden llegar a entenderse; llamar al recreo
‘segmento de ocio’ me parece una pendejada; pero, ¿qué significa eso de la ‘adquisición de aprendizajes’? ¿Cómo se
puede adquirir un aprendizaje?
Y basta por hoy. En el Preámbulo de la
vigésima primera edición del Diccionario de la Real Academia, se dice que el
español es la lengua de más de trescientos millones de personas. Ella es
nuestro patrimonio pensante, comunicativo y expresivo. Como escribe Camilo José
Cela, “los españoles e hispanoamericanos somos dueños y usuarios de una de las
cuatro lenguas del próximo futuro”. Y duele que siendo una de las más hermosas,
una de las de mayor cultura, una de las más eficaces, la cuidemos tan poco sus
usuarios. Marginar, restringir o dar de lado su aprendizaje; lesionar nuestro
idioma de modo reiterado y gratuito con una nefasta utilización, como muchos
hacemos hoy en día, solo conduce al empobrecimiento individual y colectivo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario