Cuenta don Francisco de Quevedo en su novela picaresca Historia de la Vida del Buscón don Pablos que había en Segovia un clérigo archipobre y protomiseria a cuya casa enviaban los nobles de la época a educar sus hijos. Tal era la tacañería del individuo que elaboraba la olla casi con agua exclusivamente y algún garbanzo huérfano. Como un día le preguntaran si era judío, ya que no echaba carne grasa del puerco en el guiso jamás, dispuso atar un trozo de tocino con una cuerda para meterlo atado en el agua hirviente y sacarlo de manera inmediata. Y como aun esto le pareciera mucho gasto, decidió que al puchero se asomara solo la sombra del tocino, de modo que lo colocaba de donde venía la luz y, cuando su sombra daba en la boca del recipiente, lo retiraba. No os cuento más que al sacar a los muchachos de entre las manos del licenciado Cabra, tal era el nombre del clérigo, tenían que limpiarles las telarañas de inanición que se les habían formado en el estómago y darles reconfortantes para que pudieran sobrevivir a tanta laceria.
RECUERDA:
Sarao, comida y cena, en casa ajena
El convite del tacaño: una vez cada cien años
Al pobre le faltan muchas cosas, al avaro, todas
Piensa el avariento que gasta por uno y gasta por ciento
En casa del mezquino, cuando hay para pan no hay para vino
Quien solo fía en dinero es un majadero
No hay comentarios:
Publicar un comentario