Gaudelio Validuero Uriecaro se sentía harto del martilleo constante 'compañeras y compañeros', 'ciudadanas y ciudadanos', 'empleadas y empleados', 'alumnas y alumnos', 'profesoras y profesores' con que se tropezaba constantemente en discursos parlamentarios, en textos de prensa, en conferencias y en diálogos 'con algún compañero y alguna compañera'.
La gota que colmó el vaso fue la fotocopia del Boletín Oficial del País Vasco (BOPV) que le remitió un amigo de Vitoria, donde a alguien se le había ocurrido excretar perlas de este tamaño: "El pleno está integrado por el presidente o presidenta, el vicepresidente o vicepresidenta, y los vocales o las vocales", "un secretario o secretaria que se nombra por el presidente o presidenta entre [...] funcionarios o funcionarias". En ausencia "de uno de los vocales o una de las vocales se procederá al nombramiento de un suplente o una suplente". "En la designación de los ponentes y las ponentes, el presidente o presidenta seguirá los criterios de reparto". "Las miembros y los miembros afectados por posibles causas de abstención..." Los acuerdos se adoptan "por mayoría de votos de las presentes y los presentes". Se preguntaba Gaudelio por qué no 'los vocales y las vocalas', 'los suplentes y las suplentas', 'los ponentes y las ponentas'...
Acordó entonces no volver a escuchar debate alguno, abstenerse de leer reseñas de prensa, anatematizar conferencias y desconectar el audífono que le había implantado el otorrinolaringólogo en el oído izquierdo, salvo cuando condujera, que el carné por puntos había puesto las cosas muy serias y no estaban los tiempos para bromas. Para matar el tiempo y procurar que el tiempo no lo matase a él, decidió refugiarse en la literatura española y releer obras clásicas. ¡Nunca lo hiciera!, porque en el capítulo I de la Celestina halló el pasaje en que Calixto confiesa a Sempronio su enamoramiento de la joven Melibea, ¿lo recordáis?:
"Sempronio.--¿Tú no eres cristiano?
Calixto.--¿Yo? Melibeo soy, y a Melibea adoro, y en Melibea creo, y a Melibea amo".
Lo de Melibeo / Melibea le dio qué pensar y, recapacitando, recapacitando, vino a caer en la extraña idea de transformarse en machista a la violeta, es decir, en lo que denominó 'machisto' a secas, vamos, en una especie de preciosa ridícula, pero en masculino o mejor aún en, machuno (elíjase la variante deseada).
"El género gramatical --pensaba Validuero-- es una marca de concordancia que expresa la oposición masculino / femenino. La concordancia se establece según el género de las palabras y no según el sexo. La identificación género-sexo en palabras que designan seres sexuados no es una ley lingüística... No obstante, si se empeñan en engendrar memeces como las del BOPV, en distorsionar la lengua, en hacer el estilo plomizo e insoportable y en obligar a que se talen más árboles por exceso de gasto de papel y se contaminen más ríos por causa del lavado de la tinta, han encontrado en mí la horma de su zapato".
En efecto, a partir de ese momento excluyó de su vocabulario todos los sustantivos masculinos acabados en -a y los dotó de un nuevo morfema de género en -o. Palabras como mapa, tema, teorema, magma, sintagma, fonema o programa las transformó en mapo, temo, teoremo, magmo, sintagmo, fonemo y programo. Rechazó igualmente, los femeninos cuya vocal final fuera o. Puesto que mano exigía la concordancia a artículos y adjetivos en femenino ('las manos blancas') debía reformularse en 'mana' ('las manas blancas'). De modo idéntico, soprano y contralto se transmutarían en soprana y contralta. ¡Y nada de mariquitas y marimachos! ¡Mariquitos y marimachas, y a mucha honra! En cuanto a los nombres propios se refiere, Patrocinio y su hipocorístico Patro se reservarían para varones, en tanto que Ventura y Trinidad serían formas exclusivas para designar mujeres.
Aquellos términos que sirvieran para nombrar tanto a seres machos como hembras, es decir, 'epicenos', convendría 'desepicenarlos' y dotarlos de doble terminación una para el femenino y otra para el masculino. 'Persona', en consecuencia, mantendría esa forma para la hembra y se crearía una nueva forma para el macho: 'persono'. Lo mismo sucedería con víctima, dentista, pediatra o terapeuta. Habría, pues, junto a las futbolistas, los 'futbolistos'; junto a las atletas los 'atletos', los 'ebanistos', los 'espíos', los 'colegos', los 'amazonos'... De ese modo, jamás podría confundirse el progenitor B en estado de buena esperanza con el progenitor A, puesto que cada uno de ellos tendría características diferentes con morfemas distintos. En las Fuerzas Armadas, ahora que había mujeres tenientas y capitanas, sería necesario actualizar las denominaciones. Tendría que inquirir si existían ya mujeres con la graduación de coronel o de general, porque ahí podrían surgir problemas ya que 'generala' era, desde tiempo inmemorial, la esposa del general y 'coronela' la del coronel, de modo que podrían surgir ambigüedades, malentendidos y chascarrillos no deseables e incluso desavenencias conyugales.
Proscribió para sus adentros el artículo 'el' con nombres femeninos: Nada de el agua, el hacha, el águila, el aspa, el alma o el hada. Semeja que esos sustantivos fueran aspirantes a transexuales: ¡con artículo diz que masculino en singular y, en cuanto adquieren la forma de plural, hale, con artículo femenino: las aguas, las hachas, las águilas, las aspas, las almas y las hadas! Pues no, los hospitales presentan hoy demasiado déficit económico y excesiva demora en los quirófanos para admitir tan numerosas, tan onerosas, tan difíciles operariones lingüístico-quirúrgicas.
Repudió también las concordancias que él denominó 'vizcaínas' del tipo 'Paco es una lumbrera', 'Ángel es una bella persona'. Paco y Ángel, sujetos de esas oraciones, tíos machos, musculosos y esculturales, no podían tener concordancia con los atributos femeninos 'lumbrera' y 'persona'. Del mismo modo, Marisa no podía ser, con sus curvas bien formadas, su caída de pestañas bien estudiada, sus morbideces y sus atributas, 'un simpático personajé', habría de ser 'una simpática personaja'; ni, por las mismas razones, podría parecer Inés 'un sargento semana', ni Pepita 'un basilisco'.
Abominó de las discordancias genéricas en aposiciones. Interdijo componendas como 'el hombre rana' y 'la mujer cañón', 'la niña prodigio', 'el hombre araña', 'el pez manta'. Y, acordándose un día del pareado coloquial "te quiero mucho, como la trucha al trucho", comenzó a componer una obra teatral en verso donde un personaje encarece ante la amada su amor en estos términos: "...Pues, ¿quiérela más / a su gata el gato / que yo a ti te quiero? / No; ni a su asna el asno, / ni el buey a su bueya, / ni a su macha el macho, / el sapo a su sapa, / a su gama el gamo, / el toro a su tora / y a su cabra el cabro"...
Claro que en el afán, se encontró a veces con desequilibrios semánticos, siempre en detrimento de las formas masculinas. Tal sucedió con las lechuzas y 'los lechuzos', las mariposas y 'los mariposos', las golondrinas y 'los golondrinos', las merluzas y 'los merluzos'... ¿Y qué hacer con el obispo, ese pez selacio con dos filas de espinas en la cola, con el hocico prolongado en forma de visera, cuyo perfil recuerda a una mitra, que, sin duda, tendría su correspondiente 'obispa' en las profundidades pelágicas? Y la japuta, la 'peza' acaptontericia tan estimada en el litoral andaluz: tendría, claro está, su correspondiente 'japuto', ¿o no?
En su monomanía, consideró ilícito que 'gineceo', zona retirada de la casa que los griegos destinaban al uso de las mujeres, llevara género masculino. "¡Pues hasta ahí podíamos llegar!" E igualmente puso en entredicho el masculino 'harén', conjunto de las mujeres que viven bajo la dependencia de un jefe de familia musulmán.
Cuando parecía haber llegado al ápice de la astracanada, vino a dar en el disparate de escribir cartas a personajes e instituciones. La primera fue dirigida al Presidente del Gobierno. Razonaba en ella el señor Uriecaro que la inmensa mayoría de los sustantivos españoles de origen latino venía del acusativo de singular. Los restos de otros casos eran realmente testimoniales. Sin embargo, los procedentes del nominativo de singular eran relativamente abundantes. De entre ellos nos encontramos con los que en ese caso de la tercera declinación latina acaban en x y que, conservan en español su género etimológico, bien femenino: voz, luz, paz, nuez; bien masculino juez. Y se quejaba de que a juez le hubieran creado un femenino 'jueza', totalmente disonante a causa de la inarmónica combinación de sus elementos acústicos; pero ya que lo habían hecho, le pidió un decreto en el BOE para erradicar 'juez' y sustituirlo por 'juezo' a fin de que se estableciera un paralelo cacofónico con la nueva forma femenina.
Remitió la segunda carta al Ministerio de Interior, rogándole la prohibición tajante del uso de chaquetas, americanas y saharianas a los hombres, ya que, dado su género, debían ser utilizadas solamente por el personal femenino. También sugería que a esas prendas exclusivamente femeninas (en este caso la semejanza fónica hombre / hombro jugó a Gaudelio una mala pasada) no se le pusieran hombreras.
Dirigió la tercera al secretario de la RAE, a quien instó a crear un nuevo término (quizá 'mujereras') a fin de que el personal femenino pudiera utilizar las ex-hombreras, ya que sin ellas parecían menos marciales.
Hubo una cuarta en que exigía al Presidente de la Docta Casa reuniera en sesión plenaria a los académicos para que buscaran de modo perentorio un masculino adecuado para 'chotacabras', el ave insectívora que acude a los rediles atraída por la abundancia de insectos, y que, según se creyó durante mucho tiempo, se alimentaba de la leche que mamaba de cabras y ovejas, porque la forma que a él se le ocurría, aunque era ortodoxa, sonaba a insulto.
Febrero de 2014
En efecto, a partir de ese momento excluyó de su vocabulario todos los sustantivos masculinos acabados en -a y los dotó de un nuevo morfema de género en -o. Palabras como mapa, tema, teorema, magma, sintagma, fonema o programa las transformó en mapo, temo, teoremo, magmo, sintagmo, fonemo y programo. Rechazó igualmente, los femeninos cuya vocal final fuera o. Puesto que mano exigía la concordancia a artículos y adjetivos en femenino ('las manos blancas') debía reformularse en 'mana' ('las manas blancas'). De modo idéntico, soprano y contralto se transmutarían en soprana y contralta. ¡Y nada de mariquitas y marimachos! ¡Mariquitos y marimachas, y a mucha honra! En cuanto a los nombres propios se refiere, Patrocinio y su hipocorístico Patro se reservarían para varones, en tanto que Ventura y Trinidad serían formas exclusivas para designar mujeres.
Aquellos términos que sirvieran para nombrar tanto a seres machos como hembras, es decir, 'epicenos', convendría 'desepicenarlos' y dotarlos de doble terminación una para el femenino y otra para el masculino. 'Persona', en consecuencia, mantendría esa forma para la hembra y se crearía una nueva forma para el macho: 'persono'. Lo mismo sucedería con víctima, dentista, pediatra o terapeuta. Habría, pues, junto a las futbolistas, los 'futbolistos'; junto a las atletas los 'atletos', los 'ebanistos', los 'espíos', los 'colegos', los 'amazonos'... De ese modo, jamás podría confundirse el progenitor B en estado de buena esperanza con el progenitor A, puesto que cada uno de ellos tendría características diferentes con morfemas distintos. En las Fuerzas Armadas, ahora que había mujeres tenientas y capitanas, sería necesario actualizar las denominaciones. Tendría que inquirir si existían ya mujeres con la graduación de coronel o de general, porque ahí podrían surgir problemas ya que 'generala' era, desde tiempo inmemorial, la esposa del general y 'coronela' la del coronel, de modo que podrían surgir ambigüedades, malentendidos y chascarrillos no deseables e incluso desavenencias conyugales.
Proscribió para sus adentros el artículo 'el' con nombres femeninos: Nada de el agua, el hacha, el águila, el aspa, el alma o el hada. Semeja que esos sustantivos fueran aspirantes a transexuales: ¡con artículo diz que masculino en singular y, en cuanto adquieren la forma de plural, hale, con artículo femenino: las aguas, las hachas, las águilas, las aspas, las almas y las hadas! Pues no, los hospitales presentan hoy demasiado déficit económico y excesiva demora en los quirófanos para admitir tan numerosas, tan onerosas, tan difíciles operariones lingüístico-quirúrgicas.
Repudió también las concordancias que él denominó 'vizcaínas' del tipo 'Paco es una lumbrera', 'Ángel es una bella persona'. Paco y Ángel, sujetos de esas oraciones, tíos machos, musculosos y esculturales, no podían tener concordancia con los atributos femeninos 'lumbrera' y 'persona'. Del mismo modo, Marisa no podía ser, con sus curvas bien formadas, su caída de pestañas bien estudiada, sus morbideces y sus atributas, 'un simpático personajé', habría de ser 'una simpática personaja'; ni, por las mismas razones, podría parecer Inés 'un sargento semana', ni Pepita 'un basilisco'.
Abominó de las discordancias genéricas en aposiciones. Interdijo componendas como 'el hombre rana' y 'la mujer cañón', 'la niña prodigio', 'el hombre araña', 'el pez manta'. Y, acordándose un día del pareado coloquial "te quiero mucho, como la trucha al trucho", comenzó a componer una obra teatral en verso donde un personaje encarece ante la amada su amor en estos términos: "...Pues, ¿quiérela más / a su gata el gato / que yo a ti te quiero? / No; ni a su asna el asno, / ni el buey a su bueya, / ni a su macha el macho, / el sapo a su sapa, / a su gama el gamo, / el toro a su tora / y a su cabra el cabro"...
Claro que en el afán, se encontró a veces con desequilibrios semánticos, siempre en detrimento de las formas masculinas. Tal sucedió con las lechuzas y 'los lechuzos', las mariposas y 'los mariposos', las golondrinas y 'los golondrinos', las merluzas y 'los merluzos'... ¿Y qué hacer con el obispo, ese pez selacio con dos filas de espinas en la cola, con el hocico prolongado en forma de visera, cuyo perfil recuerda a una mitra, que, sin duda, tendría su correspondiente 'obispa' en las profundidades pelágicas? Y la japuta, la 'peza' acaptontericia tan estimada en el litoral andaluz: tendría, claro está, su correspondiente 'japuto', ¿o no?
En su monomanía, consideró ilícito que 'gineceo', zona retirada de la casa que los griegos destinaban al uso de las mujeres, llevara género masculino. "¡Pues hasta ahí podíamos llegar!" E igualmente puso en entredicho el masculino 'harén', conjunto de las mujeres que viven bajo la dependencia de un jefe de familia musulmán.
Cuando parecía haber llegado al ápice de la astracanada, vino a dar en el disparate de escribir cartas a personajes e instituciones. La primera fue dirigida al Presidente del Gobierno. Razonaba en ella el señor Uriecaro que la inmensa mayoría de los sustantivos españoles de origen latino venía del acusativo de singular. Los restos de otros casos eran realmente testimoniales. Sin embargo, los procedentes del nominativo de singular eran relativamente abundantes. De entre ellos nos encontramos con los que en ese caso de la tercera declinación latina acaban en x y que, conservan en español su género etimológico, bien femenino: voz, luz, paz, nuez; bien masculino juez. Y se quejaba de que a juez le hubieran creado un femenino 'jueza', totalmente disonante a causa de la inarmónica combinación de sus elementos acústicos; pero ya que lo habían hecho, le pidió un decreto en el BOE para erradicar 'juez' y sustituirlo por 'juezo' a fin de que se estableciera un paralelo cacofónico con la nueva forma femenina.
Remitió la segunda carta al Ministerio de Interior, rogándole la prohibición tajante del uso de chaquetas, americanas y saharianas a los hombres, ya que, dado su género, debían ser utilizadas solamente por el personal femenino. También sugería que a esas prendas exclusivamente femeninas (en este caso la semejanza fónica hombre / hombro jugó a Gaudelio una mala pasada) no se le pusieran hombreras.
Dirigió la tercera al secretario de la RAE, a quien instó a crear un nuevo término (quizá 'mujereras') a fin de que el personal femenino pudiera utilizar las ex-hombreras, ya que sin ellas parecían menos marciales.
Hubo una cuarta en que exigía al Presidente de la Docta Casa reuniera en sesión plenaria a los académicos para que buscaran de modo perentorio un masculino adecuado para 'chotacabras', el ave insectívora que acude a los rediles atraída por la abundancia de insectos, y que, según se creyó durante mucho tiempo, se alimentaba de la leche que mamaba de cabras y ovejas, porque la forma que a él se le ocurría, aunque era ortodoxa, sonaba a insulto.
Febrero de 2014
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