Según lo previsto, a las 16 h.
salíamos del hotel hacia el Hospital Tavera. Era un paseo de no más de
trescientos metros. El cielo se había entoldado y hacía un calor bochornoso.
Pasada la Puerta de Bisagra, por el Paseo de Merchán accedimos a la puerta
renacentista del número 2 de Duque de Lerma, sede del Hospital de Afuera, como es conocido entre los toledanos. Habíamos
contemplado reiteradamente su silueta señorial y el volumen de su construcción,
que llaman la atención desde la Puerta del Sol y desde el Miradero, así que no nos resultaba
completamente extraño.
Fue mandado construir por el cardenal
don Juan Tavera en el año 1541, para acoger a los enfermos y menesterosos que
no podían ser atendidos en el Hospital de Santa Cruz. Los planos fueron
trazados por Alonso de Covarrubias.
Como el edificio es en la actualidad propiedad
de la Casa Ducal de Medinaceli, la visita era guiada. Pasamos a un amplísimo
patio dividido en dos mitades simétricas separadas por una galería descubierta
que conduce a la puerta de la iglesia. En el centro de la nave se encuentra el
sepulcro del cardenal Tavera, obra del palentino Alonso de Berruguete. Se
conserva también el retablo dedicado al Bautismo
de Cristo, de El Greco. En la sacristía se ofrece un buen número de obras del mismo autor.
Dicen que en La Sagrada Familia con Santa
Ana el pintor se retrató a sí mismo y a su familia. La verdad es que, frente
al resto de los personajes, de gran belleza y afabilidad, Doménico plasma a su suegra con rasgos poco
agraciados y con colores un tantico cenicientos. Las malas lenguas de todo se
hacen eco y, claro, de tal hecho se ha concluido que el pintor no miraba a la
madre de Jerónima de las Cuevas con buenos ojos. Las Lágrimas
de San Pedro es un prodigio de expresividad; San Francisco en oración, el Retrato del Cardenal Tavera... Al
mismo autor pertenecen dos obras recién restauradas: Un Tabernáculo que formaría parte del Retablo Mayor del templo y en el
que se exhibiría la figura de Cristo
Resucitado, única escultura conservada hoy de las muchas que debió hacer el
arquitecto, escultor y pintor cretense.
La cripta es un prodigio acústico que
merece la pena ser experimentado y no digo más que, como sugeriría Juan Ruiz,
arcipreste de Hita, el moço mesturero non
es bueno para recados.
Pasamos después a la farmacia del
antiguo hospital, donde encontramos desde una numerosa colección de albarelos
de cerámica antigua de Talavera, destinados a contener las plantas medicinales
de la antigua farmacopea, hasta los utensilios más diversos empleados por los
boticarios.
Ciertas dependencias del hospital-palacio
han sido transformadas en salas de museo, donde se ofrece una sucesión de
muebles, alfombras, y notable colección de pinturas. También conocimos una
amplia y nutrida biblioteca, en la que llamó la atención más que los volúmenes
conservados un facistol ingente, situado casi en el centro de la estancia.
Entre los cuadros famosos se
exhibe una reproducción de Carlos V a
caballo, de Tiziano; Retrato de un
joven, de Zurbarán, que no es sino el retrato del conde, y La mujer barbuda, de Ribera, cuadro que encierra una curiosa anécdota y que
nosotros no pudimos ver por hallarse cedido desde hace dos años al Museo de El
Prado.
También se encuentra en este edificio
la Sección de Nobleza del Archivo Histórico Nacional, evidentemente no
visitable.
Terminada la visita, se dejó tiempo
libre para que cada cual hiciera sus compras o invirtiera el tiempo como fuera
su gusto. El grupo se dispersó de inmediato hasta la hora de la cena.
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