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ha llamado siempre la atención la tendencia que tenemos los humanos de
polarizar en simpáticos y antipáticos los otros seres de la naturaleza. Sentimos
atracción por las abejas y, en cambio, nos son antipáticas las avispas. La
preferencia en este caso viene dada por un criterio de utilidad: la abeja nos
brinda miel y cera, en tanto la avispa, puesto que no enjambra, no almacena
reservas, así que no puede ofrecernos nada o dicho de otro modo nos da con el
canto en las narices. Admiramos también a las hormigas, en tanto que
despreciamos a las cigarras. En este caso, la preferencia viene dada por el
ejemplo de laboriosidad y disciplina que ofrece la hormiga frente a la supuesta
inactividad de la cigarra. ¡Hasta los fabulistas han terciado en el asunto! Y
sin embargo..., las denostadas cigarras no pueden hacer sino aquello a lo que
las obliga la naturaleza: ha dotado a los machos de alas membranosas que
producen un ruido estridente y monótono que suena a finales del verano para
atraer a la hembra y aparearse. Las hormigas, en efecto, son muy trabajadoras,
tanto que pueden morir de estrés; es cierto
también que destruyen muchos animales dañinos, pero no es menos cierto que
ejercen acciones perjudiciales sobre plantas y alimentos, que son capaces de
sembrar pulgones en las hojas de las plantas para engordarlos y alimentarse
después de ellos, que se apoderan de larvas y pupas de otras especies para
hacerlas esclavas y emplearlas en su provecho, que atacan la
madera de árboles, construyendo bajo la corteza sus nidos... Sí, a veces la manzana
más hermosa contiene el gusano peor. Y es que no sabemos mirar: nos quedamos en
las apariencias sin llegar al hondón.
RECUERDA:
Sea milagro y hágalo
el diablo
El rocín para polvo,
la mula para todo
Raposa que mucho
tarda, caza aguarda
Más caga un buey
que cien golondrinas
Fuego guisa olla,
que no moza orgullosa
El aceite es cocinero,
relojero, armero y curandero
El estiércol no
es santo, mas donde cae hace milagros
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