En
todas las épocas ha habido santos que nunca subieron a los altares y, en
consecuencia, carecen de peana. Los escritores clásicos españoles descubrieron
santos y vírgenes a espuertas, así que hubieron de agrupar a sus devotos en
cofradías. Y si alguien quisiere tacharme de embustero, que consulte antes a
don Francisco de Quevedo y Villegas. En la Cofradía
de la Virgen del Puño Cerrado, es un decir, se incluían los
tacaños, los agarrados, los roñosos, los cicateros, los mezquinos, los
avaros..., quienes debieron idear refranes tan fervorosos y edificantes que
causan asombro por su contenido, dado el espíritu de profundísima caridad a que
mueven. Por otra parte, el refranero recoge también nombres de santos no
citados en los índices católicos que, no obstante, gozan de intensísima y
extensísima veneración, y son objeto de culto tan acendrado que no cabría
hallarles tacha o defecto. Más aún, el refranero ha llegado a canonizar a
santos cuya actuación milagrera depende de la lejanía o cercanía tanto espacial
como temporal.
Santa Dádiva
quebranta peñas
San Dinero es
el santo más milagrero
El Ahorro es
santo, porque hace milagros
Muchas salves
y muchos credos, pero los dineros quedos
San Cercano no
hace milagros; san Lejares los hace a millares
A la Virgen
salves y a los cristos credos, pero los dineros quedos
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