jueves, 30 de octubre de 2014

Apostillas al refranero. Muerto y aspirantes

            El primero de noviembre es la fecha en que se cierra un año agrícola y se inicia el nuevo; la tierra, que ha acogido la simiente del trigo, la guarda en su seno para que renazca en primavera: ‘Para Todos los Santos que los granos estén sembrados y los frutos resguardados’. Es una fiesta especial en la liturgia romana, en que se celebra el día de la muerte como el momento del nacimiento a la nueva vida, en la que todos son glorificados con Cristo. Al día siguiente, tiene lugar la Conmemoración de los Fieles Difuntos, celebrada ya en el siglo IV, que se fue extendiendo hasta que en el XIV adquirió carácter oficial. Hoy en día se adornan con flores las tumbas y se recuerda a los parientes fallecidos. Lo hacemos desde un prisma de pena, de aflicción. Creo yo que debería ser, lo mismo que Todos los Santos, una fiesta alegre, porque si somos consecuentes con nuestra esperanza cristiana, no han muerto para la aniquilación, sino para la resurrección, para la nueva vida en Cristo Jesús. Pienso que los cementerios no debieran ser lugares lúgubres que solo se visitan en ocasiones tristemente necesarias, sino lugares familiares y risueños porque albergan a quienes nos han precedido, a aquellos que nos transmitieron no solo la vida sino  una serie de tradiciones, de cultura, de reglas morales sobre las que se asienta nuestra comunidad. En Irlanda, la conmemoración recuerda a una fiesta familiar, comida incluida. En las noches de difuntos los cementerios están cuajados de llamas de lamparillas y los deudos de los fallecidos pasean entre las tumbas con toda naturalidad, sin la congoja y lágrimas con que lo hacemos en otros lugares.
 
RECUERDA:
 
Vida sin amigo, muerte sin testigo
El muerto y el ido, presto en olvido
El muerto al hoyo y el vivo al bollo
El muerto podrece y el huérfano crece
El muerto a la huesa y el vivo a la mesa
El muerto a la cava y el vivo a la hogaza
Pena de viuda: llorar poco y buscar otro
Dolor de esposo, dolor de codo: duele mucho y dura poco
 
 La viuda rica con un ojo llora y con el otro repica


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