domingo, 19 de enero de 2014

Al pan, pan; y al vino jamón de Jabugo

              ¡Válganme todos los valedores a quienes se suele recurrir en estos casos, la costumbre progresivamente ascendente que nos invade de no llamar a las cosas por su nombre! ¡Válgame!
             Sí, el eufemismo tiene raíces muy antiguas en nuestra lengua y motivos muy diferentes. Para distinguir las manos se usaban en latín sendos adjetivos 'dextera' y 'sinistra', de donde proceden las formas primitivas españolas diestra y siniestra que advertimos en los primeros versos del Poema de Mio Çid:
                                    "A la exida de Bivar    ovieron la corneja diestra
                                    e entrando a Burgos     oviéronla siniestra".
             El vocablo 'siniestro' sugiere en la conciencia popular la idea de mal agüero, de suerte adversa. Si se expresa la palabra, se atrae la catástrofe, así que lo mejor es no pronunciarla. Ahora bien, la mano 'siniestra' sigue existiendo, y de algún modo habrá de nombrarla para distinguirla de la 'diestra'. ¿Qué hacer? Muy sencillo: sustituit el término por otro que no posea la carga peyorativa. En la Península Ibérica, Gascuña y Languedoc, la nueva palabra se toma de una forma exostente en euskera, mezcla de vascuence y céltico, que dará en castellano 'izquierda'. Hemos creado así un eufemismo de superstición, con el que se trata de alejar la mala suerte.
             Quevedo fue maestro en el arte del eufemismo y llevó a cabo troquelaciones únicas. ¿No sugiere aviesa y jocosamente llamar al capón 'desgallo' o 'tiple de pluma'? ¿No convierte a Góngora en 'capellán del rey de bastos'? ¿Y no transforma a aquel barbero que metía en faltriqueras ajenas 'el dos de bastos' para sacar el 'as de oros' en 'tundidor de mejillas' y 'sastre de barbas'?
             En todos los momentos de nuestra historia han surgido eufemismos. En la época actual el tan enorme la balumba, que hay quien piensa en la existencia de un culto al eufemismo.
            Quizá los de superstición sean los menos numerosos. En los juegos de azar, no obstante, procura evitarse citar el número trece, a quien habitualmente se denomina 'cara sucia'. Conozco a una persona que siente horror al oír pronunciar ese número. Lo terrible es que vive en la puerta trece. Pues bien, desea que cuando nombremos el número de la puerta de su vivienda digamos 'la doce más uno'. Al fin y al cabo, cuando afirmamos que alguien 'falleció' o 'faltó' no estamos sino evitando el empleo del verbo 'morir', cuya asociación la muerte nos lo hace especialmente antipático y, en algunas zonas, tabú.
             La dignidad en actos y palabras debida al estado o calidad de las personas, el recato, la compostura han creado una serie interminable de tabúes a causa de los cuales han surgido legiones de eufemismos de decencia. La mayor parte de las funciones fisiológicas, los actos sexuales y todo lo que pueda ir relacionado con ellos constituyen algo intocable, sagrado. Con nuestras mentes sucias, hacemos tabú lo más inocente. Transformamos los calzoncillos en el barbarismo 'slips' (al menos los hispanoamericanos los denominan más legítimamente 'sujetatrolas') y a las bragas (palabra de origen celta que designaba en principio una prenda masculina, que dio origen al nombre de la ciudad portuguesa de Braga) les colocamos un ridículo diminutivo 'braguitas' que provoca a la risa cuando echa uno la vista encima de una de talla grande o supergrande. ¿Qué tienen de malo los calzoncillos y las bragas?
             Hasta hace unos años las españolas usaban una prenda de vestir interior para ceñir el pecho a la que se denominaba 'sostén'. De un tiempo a esta parte solo oigo 'sujetador' y muy recientemente 'wonderbra', o algo así. Pues bien, 'sostén' me parece más acertado, porque conviene sostener los pechos para que se realcen, pero no creo que sea necesario sujetarlos, ya que no huyen.
             La pudibundez puede llegar a extremos caricaturescos en el eufemismo. Cuentan que el Ayuntamiento de Lisboa decidió, a comienzos de siglo, multas a las parejas que practicaban públicamente contactos táctiles. Las actitudes sancionadas se explicaban así: 1.Mâo na mâo, 2,50 escudos. 2.Mâo naquilo, 15,00 escudos. 3.Aquilo na mâo, 30,00 escudos. 4.Aquilo naquilo, 50,00 escudos (1).
             La pudibundez de mis alumnos me proporciona en ocasiones eufemismos dignos de antología. Siempre que en el control de lectura de La Celestina he preguntado por Elicia y Areúsa, alguno ha habido que se las ha visto y deseado para definírmelas: no se ha atrevido a emplear 'puta', a pesar de que he oído en los pasillos usar esa palabra hasta en tono elogioso, llamándose los unos a los otros 'hijos de tal'. Hubiera podido emplear 'ramera' (prostituta disimulada que, fingiendo tener taberna, ponía en la puerta un ramo), pero esa circunstancia la desconoce aún; podría haber ustilizado 'concubina' o 'meretriz', pero le parecen demasiado cultos; 'hurgamandera' es un germanismo nada usual; evita 'manceba', 'barragana', 'pendón', 'moza del partido', 'coima', 'cortesana', 'perendeca' porque se le antojan arcaísmos ya en desuso; rechaza 'fulana', 'prójima', 'cualquiera', 'socia', 'golfa', 'furcia', 'perdida' porque el registro no le parece digno de una clase, dadas las connotaciones barriobajeras; lo de 'amante', 'querida', 'compañera sentimental' le parece muy moderno, así que decide crear nueva terminología para las dos mujeres de vida alegre: a Elicia la denominará 'profesional del amor' y 'empleada sexual', y a Areúsa 'dama de la noche' y 'dama del amor'.
             Por atención y miramiento, por necesidad de atenuar una evocación penosa, nace el eufemismo de delicadeza. Decimos del que se achispa sin llegar a emborracharse que está 'entre Pinto y Valdemoro'. Los 'residuos urbanos' se depositan en 'vertederos'. Llaman a los asilos 'ciudades de la tercera edad', a la enfermedad, 'patología'. Los velatorios se hacen en 'tanatorios' y se deposita a los muertos en 'lugares de reposo'. Los 'invidentes', 'discapacitados', 'disminuidos físicos' aparecen por todas partes, y los 'enfermos mentales' se recluyen en 'casas de salud'.
             Los políticos han creado una jerga cargada de eufemismos. Hace ya muchos años que el Ministerio de la Guerra se transformó en el de Defensa; la pobreza subsidiada se denomina ahora 'PER' (Plan de Empleo Rural); la cárcel es un 'establecimiento penitenciario'; la extorsión el 'impuesto revolucionario'; el asesinato, 'delito de sangre'; la amnistía, 'excarcelación' y 'reinserción'. Ya no hay presos, sino 'reclusos', ni tortura, sino 'malos tratos', ni genocidio, sino 'limpieza étnica'. Se oculta el aborto tras la 'interrupción del embarazo' o el 'control de natalidad'; la indigencia tras la 'pobreza severa'; el encarecimiento tras el 'reajuste de precios'; el soborno tras la 'comisión'; el fraude y la prevaricación tras 'la cultura del pelotazo'; la estafa y el abuso tras las 'irregularidades'. Llaman a la expoliación 'territorios ocupados', y 'tercer mundo' a las colonias. Nada tiene su nombre: la epidemia es 'alta incidencia de la enfermedad', y el desplome en Bolsa a fin de año 'volatilidad debida a la proximidad del cierre del ejercicio' o al 'escaso volumen de operaciones'.
             Los 'productores' (obreros) no están de acuerdo con la 'regulación de empleo' (despido) provocada por la 'reconversión' (desmantelamiento), ya que no se ha 'consensuado' (acordado) la decisión con los 'interlocutores sociales' (sindicatos) y la 'patronal' (los patronos), así que amenazan con 'inactividad laboral', 'conflictos laborales' y 'paros' (huelgas).
             El campo de la enseñanza es rico en eufemismos. El suspenso clásico fue sustituido por el 'insuficiente' y el denigrante 'muy deficiente' (no bastaba con del deficiente a secas). La Programación General se ha transformado en 'Currículo Básico', y hay además 'Proyecto Educativo de Centro' (PEC), 'Planificación General Anual' (PGA) y 'Proyecto Curricular de Etapa' (PCE). Las conjunciones son ya 'conectores' y la misoginia 'estereotipo discriminatorio y prejuicio sexual'. Pero de esto hablaremos en otra ocasión...
          Hay eufemismos dignificadores, que ennoblecen, elevan la estima de lo nombrado y de dan rimbombancia y campanudez. Allá por el año 1972, yo ayudé en unos cursillos en Vitoria a transformar los Maestros (¡qué hermosa palabra!) en Profesores de Edución General Básica (!). Las Escuelas de Periodismo se convirtieron en Facultades de Ciencias de la Información, la Gimnasia en Educación Física. Los dentistas pasaron a ser estomatólogos; los aparejadores, arquitectos técnicos; los practicantes, ayudantes técnicos sanitarios; las comadronas, profesoras en partos; las criadas, empleadas de hogar; y los porteros, empleados de finca urbana.
             Los eufemismos socializadores acercan lo intelectual a lo popular. Mis compañeros de Seminario y yo hemos puesto este año en funcionamiento varios 'Talleres de Textos'. Hay quien, para completar horario ha hecho un 'Taller de Ortografía', para que nadie escriba hortografía. Otra compañera está muy ilusionada con su 'Taller de Teatro'. Yo mismo, dado el éxito, pienso montar al año que viene una 'Alfarería de Ritmo Poético'.
             Existen también eufemismos 'anti'. No me refiero a los jergales, sino a los que, siguiendo ciertas consignas, silencian un término, acaso con el criterio de que no existe lo que no se nombra: De
un tiempo a esta parte, España se ha reconvertido en el 'Estado Español', y solo se habla de España cuando juega la selección de fútbol. Lo mismo sucede con el vocablo matrimonio, sustituido por 'pareja'. ¡Con la de connotaciones negativas que me aporta ese término!
             El disfemismo es un eufemismo que se ha mirado en los valleinclanescos espejos cóncavos, esperpéntico, regocijante. Clásicos son 'sacamuelas', referido a quien habla mucho, 'estirar la pata' y 'arrugar el hocico', de la canción, 'entrar en Villavieja', como yo voy entrando. ¿No habéis oído llamar al labrador 'industrial de la tierra' y 'técnico en Botánica'? ¿Y al barrendero 'desinfectador de la vía pública'
             Puestos a no llamar al pan, pan, y al vino, vino, ¿por qué no seguir a Melmoth y crear una serie de ellos cargados de chispa e ingenio? ¿Por qué no decir 'invidente monocular' al tuerto, 'minusválido verbal' al mudo, 'discapacitado audiolingual' al sordomudo, 'digitoatrófico frontal' al cojo e 'irrealizado facial' al feo? Podríamos nombrar 'hogar de la cuarta edad' al cementerio, 'reivindicador de mínimos de supervivencia' al mendigo, y al parado 'empleado del paro', 'cobrador del PER' o 'expectante de suministro laboral estable'.
 
             (1) Mâo: mano. Na: en la. Aquilo: aquello. Naquilo: En aquello.
 
                                                               La Revista del Jordi. Febrero de 1995
            
 

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