Enrique
IV de Trastámara, rey de Castilla y León, deseoso de conseguir sucesión para su
trono, se casó con doña Juana, Infanta de Portugal, mujer de extraordinaria
hermosura. De acuerdo con las capitulaciones matrimoniales, la acompañaban doce
damas portuguesas. Era, en efecto, doña Juana mucho más hermosa que cualquiera
de las damas acompañantes, y sin embargo, don Enrique se sintió muy pronto
atraído por doña Guiomar de Castro, del séquito de la reina. De tal modo lo
encandiló que cuentan, un buen día doña Juana, harta de los flirteos de su dama
con el rey puso en ella las manos “a su satisfacción”. En cuanto el monarca
empezó a mostrar inclinación por Guiomar de Castro, se formaron en la Corte dos
bandos: uno favorable y otro contrario a la reina. El nacimiento de la princesa
doña Juana y la envidia por el rápido encumbramiento de don Beltrán de la
Cueva, favorito de la reina llevaron a sus contrarios a considerar a la
princesa como hija de don Beltrán, de modo que fue apodada la Beltraneja. Esto,
y la creencia de que el rey no solo consentía, sino que favorecía el adulterio
de su esposa, determinaron la creación de una liga nobiliaria que se negó a
reconocerla como heredera del trono y exigió el reconocimiento como
heredero del príncipe Alfonso, hermano de Enrique. Los conspirados se reunieron
en Ávila, colocaron un tablado en la puerta del Alcázar y sobre el tablado un
muñeco con vestiduras y atributos reales, y procedieron a despojarlo; tras lo
cual, de una patada, apearon al muñeco del tablado y proclamaron rey al infante
Alfonso, hermano también de Isabel, futura reina Católica. Buena parte del
reino dio por válida la farsa y levantaron pendones por Alfonso. Aunque la
deposición no fuera de hecho efectiva, pone de manifiesto el desprestigio en
que había caído la Corona y la soberbia e irresponsabilidad de la nobleza y el
alto clero.
La honra está en quien la da
La honra es de quien la hace
La honra solo aguanta un golpe
El que quiera honra que la gane
Tanto vale un hombre cuanto se estima
La honra más vale merecerla que tenerla
Honra y vicio no andan en el mismo quien
Honra y provecho no van en el mismo saco
Honra y provecho no caben so el mismo techo
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