viernes, 29 de mayo de 2015

Apostillas al refranero. Escarmiento


            Hace aproximadamente treinta años, mi mujer y yo llevamos a nuestros niños a que conocieran Ávila. Eran entonces unos pipiolillos que entraban disciplinadamente en los asientos posteriores de nuestro Fiesta, dispuestos a aguantar los kilómetros que les echaran. Teníamos por entonces un precioso perro caniche, Cipión, nombre que le habíamos puesto en honor a Miguel de Cervantes que, ¿recordáis?, en el Coloquio de dos perros hace dialogar a Berganza con Cipión, quienes hacen una crítica de distintos aspectos de la sociedad de la época. Llegados a Ávila, tomamos habitaciones en el hotel que hay frente a la Catedral, donde no se admitían animales de compañía, así que el pobrecito había de estar en el coche mientras permanecíamos en el hotel que era durante solo la noche, pues andábamos de pingo el resto del tiempo. Naturalmente, había que darle los paseos de rigor para que marcara su territorio e hiciera aguas mayores si venía a cuento. Recuerdo que la primera noche, acostados ya los chiquillos, a eso de las once, decidí salir a fumar un cigarrillo y ver intramuros la ciudad. Fui por el perro y dejé que él me guiara. Al cabo de un rato de callejeo, nos encontramos con la hermosa fachada plateresca de un palacio, magníficamente iluminada. Deslumbrado, me encaramé a la verja que lo rodeaba, cuando caigo en la cuenta de que en el patio había rollos de alambrada de acero. Me dio aquello mala espina, así que descendí de mi atalaya. Apenas unos segundos después se me acercan tres militares y me preguntan qué busco allí. Les cuento lo sucedido y me dicen que es el palacio de Polentinos, sede de la Academia de Intendencia. Les pido disculpas y me permiten continuar el peripatético periplo. Tomo hacia una espadaña que se advierte un poco más allá. De pronto, ya casi en la Puerta del Carmen leo: “Todo por la Patria. Casa cuartel de la Guardia Civil”. Temiendo otro encuentro militar, llamo a Cipión, le pongo la correa y salgo escopetado hacia la Plaza de la Catedral: no más aventuras aquella noche.

 
RECUERDA:

 
Una y no más, santo Tomás
Fue por lana y volvió trasquilado
El escarmentado bien conoce el vado
No escarmentéis una vez y serán dos o tres
Escarmentar en cabeza ajena doctrina buena
Es bienaventurado quien de los peligros ajenos queda avisado

 Pájaro viejo no entra en jaula

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