martes, 11 de febrero de 2014

Arabescos

          He estado dudando cómo titular este artículo. Pensé primero llamarlo ´filigranas', "obra de orfebrería en que los hilos de oro y plata forman un calado muy fino y delicado", según define el Diccionario del Español Actual en su acepción primera. Pero, ¿qué queréis?, a pesar de que a los 18 años tuve una columna semanal en un periódico de provincias con ese título, hoy ni me considero un orfebre de la palabra ni me parece adecuada para mi prosa deslavazada la expresión "muy fino y delicado". Así que me he decidido por 'arabescos', "motivo ornamental que consiste en líneas entrelazadas que forman dibujos geométricos más o menos complicados". Lo prefiero, porque voy a trazar líneas hacia los cuatro puntos cardinales, sin preocuparme demasiado de si se entrecruzan, trazado del que posiblemente resulte una caótica confusión.
          Pondré el primer trazo de ese motivo ornamental con una expresión castiza: 'la caraba'. Cuando queremos designar ponderativamente algo excepcional, decimos: '¡Esto es la caraba!', es decir, lo sumo, el colmo, el no va más, la repera, la leche, la órdiga... Según el Diccionario de la RAE, el término procede del árabe. No obstante, si me sigues y dejas volar tu imaginación, descubriremos un mundo nuevo: Cuentan que a comienzos del siglo pasado en el recinto de la feria de una ciudad, un avispado feriante pregonaba a la puerta de su barraca con acento andaluz: "Pasen, señores, pasen; pasen a ver la Caraba". E incitaba a los transeúntes a entrar con este reclamo: "La Caraba tiene la cabeza donde las demás tienen el rabo". El curioso pagaba los cincuenta céntimos de la entrada y, cuando esperaba encontrarse un ser lleno de deformidades congénitas, lo que captaba su mirada era una mula más vieja que Matusalén, atada a la argolla del pesebre por la cola. Enfadado, protestaba, y el feriante, sin apearse de su acento andaluz, respondía: "No, si ya le dije que era la k'araba, y ha arao mucho, pero ahora ya no ara. Está mu viejiya pa eso".
          El andaluz es especial para estos casos. Refiere don Miguel de Unamuno (y escribo el segundo trazo) que viajando por Andalucía vio un sorprendente letrero escrito en la fachada de una casa: "K PAN K LA". ¿Cómo comprender aquello? Pues la cosa estaba muy clara, era ca pancalá, esto es, cal para encalar. Y el filólogo venezolano Ángel Rosenblat relata que una señora de Málaga da por teléfono a su amiga de Madrid la receta de una tarta: "Tanto de leche, tanto de huevos, tanto de azúcar..., y harina la carmita". Al día siguiente suena el teléfono en casa de la malagueña y la amiga de Madrid le dice muy preocupada: "Oye, que harina 'La Carmita' no la encuentro en ninguna tienda". ¡Y cómo iba a encontrarla si era la kármita, 'la que admita'!
          Pero no es solo el andaluz. El mismo Ángel Rosenblat (y es la tercera línea del arabesco) pone en boca de un taxista del aeropuerto de Maiquetía esta expresión dirigida a un turista español: "Musiú, por seis cachetes le piso la chancleta y lo pongo en Caracas", o sea, por seis monedas de plata de cinco bolívares piso el acelerador y lo llevo a Caracas. Y en Méjico, recomiendan: "Abusado joven, no deje los belices en la banqueta , porque se los vuelan": 'Cuidado, joven, no deje las maletas en la acera, porque se las roban'.
          Haremos la cuarta línea del trazado con la palabra 'plepa', que, según la RAE, es un sustantivo femenino que designa algo o a alguien que tiene muchos defectos ya sea en lo físico, ya en lo moral. Asegura, además, que es de origen incierto. No hagas caso. Acompáñame una vez más: Durante la invasión francesa, había en Sevilla un intendente del ejército gabacho encargado de comprar los caballos para el ejército napoleónico. Los andaluces le llevaban los peores jacos que tenían, si es que en Andalucía se pueden encontrar caballos malos. El intendente los examinaba  detenidamente y, cuando encontraba los defectuosos decía en francés: "Plâit pas" ('no me gusta'), que suena como 'ple pa'. Desde entonces, todo caballo con defecto se denominó 'plepa' y, por extensión, ha pasado a designar lo repudiable.
          Cuando habéis desayunado solo un vaso de leche y no habéis podido tomaros el bocadillo que os han preparado para la hora del recreo, al llegar las 13 h y 40 min. sentís un agujero negro en el estómago y notáis como si una zarpa de gato os arañara en sus paredes, mientras esperáis pacientemente a que pasen los minutos y suene el timbre del final de la última clase de la mañana. Pensáis entonces que tenéis un hambre 'pantagruélica' y quizá no sepáis por qué. Gargantúa y Pantagruel son dos de los gigantes más famosos, cuyas aventuras fueron inmortalizadas, en el siglo XVI por el escritor francés François Rabelais. Gargantúa --llamado así por poseer un gaznate descomunal-- era capaz de tragarse un lago entero para saciar su sed tras darse un atracón. Pero quien pasó a la historia por sus descomunales banquetes fue su hijo, Pantagruel. Para abastecer su mesa eran necesarias veinte personas. La panadera había de hacer varias hornadas de hogazas para satisfacer su apetito. Las verduras de su comida eran transportadas por varios asnos, los pollos se ensartaban en asadores gigantes, los cochinillos no le servían sino como aperitivos; con las terneras, apenas tenía para tapar el hueco de alguna muela cariada; el vino se lo servían por cubas..., y él todo lo embaulaba; y nunca se sentía ahíto...
          No solo los Bucéfalo, Babieca y Rocinante tienen historia. También la poseen los animales fabulosos o legendarios.: El 'unicornio' era un caballo fantástico con un solo cuerno en medio de la frente, muy deseado, porque el polvo de las limaduras de ese cuerno constituía un activo excitante del apetito sexual, un poderoso afrodisiaco. Hoy en día figura en el escudo de armas de la casa real británica. El 'pegaso', caballo alado de la mitología griega, nunca pudo ser domado, y fue símbolo de un camión típicamente español, El 'grifo', guardián de tesoros y de secretos, tenía el cuerpo mitad águila y mitad león. Un descendiente suyo el, 'hipogrifo', lo encontramos citado en La vida es sueño, de Calderón de la Barca. La 'esfinge', monstruo con cabeza de mujer y cuerpo de león, despedazaba a los caminantes de las rutas de Tebas si no resolvían el enigma que les proponía. Se arrojó a un precipicio cuando Edipo le dio la respuesta acertada. 'Medusa', una de las tres Gorgonas, petrificaba con su mirada a los mortales. Ello no impidió que Perseo la matase. El "Minotauro' poseía cabeza de toro y cuerpo de hombre y, confinado en el Laberinto devoraba todos los años los siete mancebos y las siete doncellas que los atenienses le pagaban como tributo. Teseo acabó con él y logró salir indemne del horrible Laberinto gracias al hilo que le proporcionó su enamorada Ariadna. El 'Cancerbero' era un perro con varias cabezas y cola de dragón que guardaba la puerta del Hades, el infierno. Para apaciguarlo, los muertos le ofrecían el trozo de la torta enmelada que sus familiares habían puesto en la tumba. Orfeo lo adormeció con los sones de su lira y pudo, de ese modo, sacar de los infiernos a su amada Eurídice. El 'Basilisco' tenía cuerpo de serpiente, patas de ave, alas espinosas y cola en forma de lanza. Mataba con la simple mirada, y no sé si no seguirá existiendo, a juzgar por lo airados, furiosos y dañinos que nos ponemos de cuando en cuando y las miradas de fuego que lanzamos en tales circunstancias.
          Y como 'al buen callar llaman Sancho', y yo he hablado (quiero decir, he escrito) más que Sancho Panza, me despido con el último trazo: El Sancho a que se refiere el refrán no es precisamente el escudero de don Quijote que charlaba por los codos y ensartaba refranes a troche y moche, hasta el punto de que su señor hubo de exigirle guardar silencio y lo tuvo casi un día sin permitirle decir 'esta boca es mía'. El Sancho silencioso fue un personaje histórico, primogénito del rey Fernando I. Cuando este sintió cercana su muerte, decidió, como buen padre pero mal rey, repartir el reino entre sus hijos: legó Galicia a García, León a Alfonso y Castilla a su primogénito, Sancho. Las ciudades de Toro y Zamora las legó respectivamente a sus hijas Elvira y Urraca, maldiciendo desde el lecho de muerte al hermano que osase usurpárselas. A la formulación de la última voluntad del rey asistieron todos los hermanos y asintieron todos, excepto Sancho, que calló, porque, al ser el primogénito, consideraba que legalmente todo el reino había de ser para sí. Muerto Fernando I, Alfonso y Sancho arrebataron Galicia a García, y después se disputaron la posesión del resto del reino. Ayudado por el Cid, Sancho venció el ejército de Alfonso, quien huyó a Zamora, donde fue acogido por Urraca. Sancho cercó la ciudad, la asedió y se dispuso a tomarla, pero Bellido Dolfos, de acuerdo con Urraca, salió de Zamora, se fingió amigo de Sancho, le prometió enseñarle un portillo secreto por donde podrían entrar sus tropas en la ciudad sin ser descubiertas, y, en un momento de descuido, lo atravesó con un venablo, cuando Sancho --¡pobrecillo!--
 

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