lunes, 10 de febrero de 2014

"Hortografía"

          ¡Lo sabía! Sabía que en cuanto echaras el ojo encima del título y recibieras la coz, leerías al menos dos líneas para saber qué se proponía el bárbaro capaz de semejante despropósito ortográfico.
          ¡Pero bueno! ¿Quién eres tú para hablar de despropósitos ortográficos? Sí, tú, tú, que viniste a entregarme con una sonrisa de oreja a oreja, la fotocopia del comunicado que Gabriel García Márquez había hecho en Zacatecas el 7 de abril de 1997. Me lo traías subrayado, como si fuera yo un semianalfabeto y no supiera distinguir entre lo sustantivo y lo secundario de un texto. ¡Incluso osaste decirme que el Seminario se había quedado sin instrumentos de tortura! Sentías tanta alegría, que el gozo te reventaba por las costuras de la mochila. ¡Y cómo me refregaste por el morrete aquellas palabras destacadas por tinta de rotulador verde fluorescente!: "Simplifiquemos la gramática antes que la gramática termine por simplificarnos a nosotros. Humanicemos sus leyes..., negociemos de buen corazón con los gerundios bárbaros, los qués endémicos, el dequeísmo parasitario... Jubilemos la ortografía, terror del ser humano desde la cuna: enterremos las haches rupestres, firmemos un tratado de límites entre la ge y la jota, y pongamos más usos de razón en los acentos, que al fin y al cabo nadie ha de leer lagrima donde diga lágrima, ni confundir revólver con revolver, ¿Y qué de nuestra be de burro y nuestra ve de vaca, que nuestros abuelos españoles nos trajeron como si fueran dos y siempre sobra una?"
          No se te ocurra criticar mi título, ni mofarte de él con el primero o la primera que te encuentres por el pasillo, ni presumas de que has visto un artículo mío cuyo título, en letras capitales, ofrece una elefántica falta de ortografía. Si la ortografía consiste en emplear de modo adecuado las letras, los acentos y los signos de puntuación, la 'hortografía' (del latín 'hortum') es la ciencia de escribir en las tapias de los huertos. Y a eso es a lo que parece que algunos aspiran.
          En teoría, la lengua ideal sería aquella en que a cada fonema correspondiera una letra, de tal manera que las palabras se escribieran tal como se pronuncian o, dicho de otro modo, aquella en que la ortografía fuera totalmente 'ortológica'. (1) 
          Muchas son las plumas que han escrito sobre el tema. Ya el calagurritano Quintiliano (siglo I de nuestra era) pensaba que en latín "todo debe escribirse como suena", aunque admitía excepciones: "a no ser que la costumbre se oponga". En el siglo XV Nebrija ofrece una postura similar. Y en el siglo XIX, el gran lingüista Andrés Bello llevó a cabo una reforma que fue aceptada por la Academia Chilena.
         Algunos intentaron la reforma solo a título personal y de modo muy limitado, como Miguel de Unamuno y Juan Ramón Jiménez. Otros buscaron cambios más drásticos y radicales, y quisieron imponerlos por las bravas, como la Academina Literaria y Científica de Profesores de Instrucción Primaria (ALCPIP) de Madrid, que propuso en 1843, entre otras medidas, la supresión de h, v,q, y comenzó a aplicarla en las escuelas por su cuenta y riesgo.
           No es extraño. En el colmo de los colmos, famosas son las propuestas de fray Gerundio de Campazas, el dómine cojo de Villaornate, quien no comprendía cómo se podía usar una 'p' igual de grande para escribir pierna de vaca y pierna de hormiga., y el mismo asombro sentía ante la 'm' de monte y la de mosquito, por lo que aconsejaba escribir las unas con mayúscula y las otras con minúscula. Así mismo consideraba derroche y gasto inútil el uso de 'rr', y de la vocal 'u' detrás de 'q'.
          Ya en nuestra época, Inocencio Docente, siguiendo las directrices de Bernard Shaw a favor del alfabeto simplificado ofrece muestras de ortografía completamente ortológica: "Kontinuando kon este prozeso, año tras año, y kon la fuerza ke da la kostumbre y la edukazión, alkanzaríamos un lenguaje realmente sensato. Azia 1975, nos abenturamos a dezir ke no abría más faltas de ortografía ni más komplicaziones, pues no abría dos letras diferenziadas para indicar un úniko sonido".
        Sin embargo, creo que el problema subsistiría, porque en español muchos fonemas no tienen una sola pronunciación, sino varias, que, siendo diferentes, se consideran correctas en distintos lugares. No existe en realidad una única ortología para todos los países hispanohablantes ni siquiera para todas las regiones españolas, así que en zonas seseantes tendríamos que seguir la ortología de Pérez Reberte: "La hache, cuya presensia es fantasma en nuestra lengua, kedará suprimida por kompleto: así ablaremos de abichuelas y alkool. Se akabarán esas komplicadas y umiyantes distinsiones entre echo y hecho, y no tendremos que rompernos la kabesa pensando kómo se escribe sanaoria. Así ya no abrá ke desperdisiar más oras de estudio en semejante kuestión ke nos tenía artos".
          Las zonas ceceantes se sentirían discriminadas y alzarían sus banderas reclamando la igualdad. Y como la inmensa mayoría son yeístas, desaparecería el dígrafo 'll', sustituido por 'y'. Sería llamativo no poder distinguir 'poyo' (ave) y 'poyo' (banco), 'haya' (haber) y 'haya' (hallar), 'kayó' (caer) y 'kayó' (callar). Por otro lado, son muchas las regiones y los países donde se aspira la 's' en final de sílaba y de palabra, así que 'etamo inebitablemente abokado a la eliminasión de la ese kateyana en eta posisione'.
          ¿Para qué seguir? Si continuamos por ese camino, llegaremos a la conclusión de que, a fuerza de hacer ortológica la ortografía, podríamos regresar a Babel.
          Mira, la sugerencia del señor García Márquez no me parece sino un guiño anarquista a los estudiantes que tienen que luchar con la ortografía. Sus afirmaciones me recuerdan las de un tremendo coñón capaz de reírse de su propia sombra ("enterremos las hachas rupestres", y ¡retornemos a las hachas de sílex!, no te fastidia...). En último caso, es necesario dejar a los premios nobel con sus 'nobelerías', ¡y que un remolino de viento se lleve los acentos!
          A pesar de todo, con testimonio tan relevante, esperabas que la RAE simplificara la ortografía. Por eso te has llevado una decepción cuando has oído que apenas ha cambiado nada. Es que no se puede cambiar mucho, pues los cambios afectan a cientos de millones de usuarios que tienen hábitos consolidados y habría que poner de acuerdo nada menos que a veintidós entidades, cosa nada fácil de lograr. Piensa, por otro lado, que dentro de las lenguas de cultura occidentales, el español es la que más se acerca al ideal ortológico.  
          Con la nueva Ortografía de la Lengua Española, las haches, las ges, y las jotas, las eses y las equis, las bes y las uves siguen donde estaban, adoptando habitualmente el criterio etimológico, uno de los pilares en que se asienta nuestra ortografía.
          Te aseguro que, de momento, es conveniente que nos 'ortografiemos' antes de que hayamos de 'hortografiar' tapias.

(1) En lo que ahora nos interesa, ortológico (del griego 'orthos' y 'logos') es lo que se refiere a la pronunciación.

                                                  La Revista del Jordi. Abril de 2000
 

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