Muerta Trotaconventos, el arcipreste
de Hita se halla desvalido en cuestiones amorosas, así que ha de echar mano de
lo primero que encuentra, porque acaba ya febrero, empieza marzo, época casi
primaveral en que han de iniciarse los requilorios y escarceos amorosos. ¿Y qué
es lo que halla? Encuentra a Hurón, criado indiscreto. Detengámonos un momento
en el nombre del nuevo mandadero, porque cuando Juan Ruiz pone un nombre no es
al azar, lo elige para que coincida con la psicología que debe ofrecer el
personaje. ¿Qué es un hurón? Un pequeño mamífero carnicero de cuerpo muy
flexible y prolongado, de cabeza pequeña, dotado de glándulas anales que
despiden olor nauseabundo y que se emplea en la caza de conejos, a los que
acosa en la madriguera encarnizadamente. Lo que sucede es que el nuevo Hurón
quizá además del olor, del acoso, ahora a las conejas, tenía catorce defectos. Era mentiroso, ladrón, beodo,
chismoso, tahúr, peleador, goloso, pendenciero, reñidor, zahorí, asqueroso, agorero,
imbécil y perezoso. De todos modos, como el arcipreste estaba urgido, se aplicó
una conseja que no es precisamente la que os voy a decir, pero la digo porque
la entenderéis perfectamente y lo mismo que la de Juan Ruiz habla de burro y
cuesta: ‘Pa las cuestas arriba quiero mi
burro, que las cuestas abajo yo bien las subo’, así que lo envió a cobrar
presa, en realidad él dice a buscar funda,
para una nueva coyunda, y le confió unos versos que debía leerle en intimidad. Pero
Hurón los iba declamando a voz en grito por en medio del mercado, con lo que la
conejita se retrajo..., y lo demás se
adivina.
En boca cerrada no entran moscas
Habla poco, escucha asaz y no errarás
Mucho sabe quien no sabe si callar
sabe
Una aguja para la bolsa y dos para
la boca
No hables sin ser preguntado y serás
estimado
No hay mejor palabra que la que
está por decir
Nada hay tan escondido que no llegue
a saberse
Nunca más bien me hallé que cuando
menos hablé
Boca cerrada y ojo abierto no hicieron
jamás desconcierto